Una breve entrada para avisar a los asiduos a este blog de que, durante el mes de Octubre, estoy excavando en el (excepcional) yacimiento neolítico de La Draga (Banyoles, Girona).
Por desgracia, eso consume casi todo mi tiempo y no podré retomar un buen ritmo de redacción de nuevas entradas hasta Noviembre. Aunque... algo se intentará hacer por el camino.
La imagen del neandertal bruto es un tópico extendido más allá de las disciplinas científicas. Esa visión no se basa en evidencias: Es fruto de viejas inercias en la investigación y de modelos simplistas sobre el Homo sapiens y la desaparición de los Neandertales. Aquí recogeremos las evidencias científicas que existen, y las que se vayan publicando, sobre los modos de vida y la cultura de los neandertales.
jueves, 30 de septiembre de 2010
martes, 21 de septiembre de 2010
Las camas de pasto de los neandertales: El Esquilleu y los Fitolitos
Noticias y ciencia
En las últimas semanas, se ha publicado en la prensa una información muy interesante, para el conocimiento de las sociedades neandertales. En breve: las distintas noticias de los medios relatan cómo los arqueólogos han encontrado "lechos vegetales", de los últimos neandertales que vivieron en el yacimiento cántabro de El Esquilleu.
Imagen de El Esquilleu, desde el interior de la visera
Esta noticia tiene su trasfondo científico en un artículo de Cabanes y otros (2010), publicado en el Journal of Archaeological Science, que trata del estudio de los fitolitos, en el depósito arqueológico de El Esquilleu.
Un momento, has dicho... ¿fitolitos?
Los fitolitos son algo relativamente nuevo también para nosotros, los arqueólogos (en general). Se trata de restos microscópicos de plantas, copias internas de sus células (en inglés, casts), que tienen una composición mineral (sílice opalina) y por lo tanto, se pueden conservar, en las condiciones adecuadas, durante miles y miles de años.
El estudio de dichos restos microscópicos se ha ido asentando en nuestra disciplina desde hace una veintena de años, pero no se ha empezado a generalizar hasta hace bien poco. Es, digamos, un nuevo enfoque, que se suma a otros métodos utilizados para conocer el uso de los recursos vegetales y el medio ambiente del pasado. Esos otros métodos son la carpología (el estudio de las semillas), la antracología (análisis de carbones y, en general, de restos de madera fosilizada) y la palinología (estudio de los pólenes).
Según los expertos en el tema, el análisis de fitolitos tiene ciertas ventajas para estudiar de yacimientos arqueológicos. Por un lado, hay que tener en cuenta que, cuando se dan unas ciertas condiciones de conservación, pueden aparecer fitolitos allí donde hubo casi cualquier parte de cualquier planta. Y, en términos generales, los expertos en fitolitos pueden identificar tanto el tipo general del planta, como la parte de la planta (tallo, hojas, inflorescencia...) de la que provienen los restos.
Eso es una ventaja con respecto a las semillas, que sólo se representan a "si mismas" o, en todo caso, al fruto. Y, también, con respecto a la madera, que sólo representa a las partes leñosas, y se conserva, -normalmente- en forma de carbón (y éste es muy vulnerable a la disolución en agua, y a otros agentes naturales).
Y, por último, la ventaja con respecto a los pólenes es que éstos son arrastrados por el viento, y depositados en los yacimientos. Por lo tanto, en realidad documentan (por lo general) fenómenos naturales, y no actividades humanas. Por el contrario, los fitolitos, al ser pequeños restos silíceos de diferentes partes de plantas, tienen buena resolución para documentar comportamientos humanos. Y eso, precisamente, es lo que los hace tan interesantes, para el estudio de los neandertales.
Al tema: los fitolitos de El Esquilleu
El Esquilleu es un importante yacimiento Musteriense (neandertal) en cueva, situado en el cántabro valle del Deva, en el desfiladero de la Hermida, en medio de la cordillera cantábrica. Ese desfiladero es un paso natural por las montañas que separan la zona litoral y el valle interior de Liébana. En el artículo de Cabanes y otros (2010) primero hacen un resumen del estudio de los fitolitos en toda la secuencia de El Esquilleu. Y después se centran en el análisis de determinados niveles, y de estructuras concretas, como los hogares donde se hicieron fuegos domésticos.
Debo señalar también que en varias partes del artículo se hace referencia a otro trabajo, también reciente, de Mallol y otros (2010). En ese segundo artículo se estudia con detalle la micromorfología del depósito, y los procesos geológicos y químicos que afectan a la cueva. Esto es muy importante, porque a la hora de sacar conclusiones del estudio de los fitolitos, hace falta saber hasta que punto éstos se han visto afectados por el PH, es decir por la acidez del suelo (que puede llegar a destruirlos, total o parcialmente) y por otros agentes físico-químicos.
Secuencia de El Esquilleu (Cabanes y otros, 2010)
Las conclusiones de ambos trabajos, en general, apuntan a que los distintos procesos químicos que tienen lugar en la secuencia, sólo afectan de modo escaso a los niveles con mayor presencia neandertal, en los que se ha centrado el estudio de fitolitos. Es decir, que se pueden usar los fitolitos para sacar conclusiones, sin temor a que los datos estén muy sesgados.
Imágenes al microscopio de fitolitos
de El Esquilleu (Cabanes y otros, 2010)
En general, las muestras de fitolitos de El Esquilleu permiten identificar plantas monocotiledóneas. Y dentro de ese tipo, los autores apuntan a que, en su mayor parte, se trata de gramíneas. Las partes de la planta más representadas son los tallos y las hojas (éstas, del subtipo festucoide).
Además de esas plantas, que son lo que podríamos llamar "pastos" en general, en las muestras también se detectan, en menor medida, fitolitos de corteza y madera (es decir, de arbustos y árboles). Este segundo tipo de fitolitos se concentra sobre todo en las muestras obtenidas de un hogar del nivel 21. Otros índices y análisis apuntan, según los autores, que sólo los fitolitos de dicho hogar muestran evidencias de haber sido sometidos al efecto del fuego.
Interpretando: Hogares y lechos
A la hora de interpretar los resultados, en primer lugar, los autores hacen recuento de las posibles causas de acumulación de fitolitos que han descartado: plantas creciendo en la cueva, desarrollo de suelos vegetales o transporte por animales. Y explican que no hay evidencias de esos procesos. En ese punto, proponen su interpretación: hogares en los que se ha quemado madera como combustible principal, y camas o lechos de pasto, para dormir sobre ellos.
En cuanto al uso de la madera cómo combustible, los autores hacen referencia a un trabajo anterior (Yravedra y otros, 2005) del propio equipo de El Esquilleu, y corrigen sus resultados a la vista de la nueva evidencia.
En aquel trabajo de 2005 se proponía, a partir de la abundancia de huesos fragmentados y quemados, que dichos huesos fueron usados como combustible. Sin embargo, los resultados del estudio de fitolitos y otros (pólenes y carbones), sugieren que la madera se utilizó de manera habitual en El Esquilleu. Por ello, los autores cambian su interpretación de los huesos quemados: La nueva hipótesis es que pudieron ser "arrojados al fuego", como práctica de limpieza o mantenimiento del lugar de habitación. Y, en todo caso, no debieron ser el combustible principal.
En cuanto a los lechos vegetales, la evidencia de los fitolitos se suma al análisis microscópico (micromorfológico) del sedimento realizado en el otro trabajo de 2010 que mencionaba arriba (Mallol y otros). Ambos resultados muestran cómo existen, dentro de los niveles arqueológicos, capas muy finas, microscópicas, con fitolitos en "conexión anatómica" (es decir, que no se han movido desde que se depositó allí la planta original).
Los autores concluyen que estas evidencias prueban que hubo capas de pasto en torno a los hogares, aportado del exterior. Y las interpretan como lechos vegetales, construidos por los neandertales para descansar en ellos. Además, dada la excepcional conservación de los fitolitos, se sugiere que, quizás, esos lechos estaban cubiertos de pieles de animales (aunque no hay más evidencias al respecto).
Crítica: Los "pros"...
Lo cierto es que, en este trabajo, casi todo son "pros" o aspectos positivos. El artículo, muy especializado, tiene una estructura sólida y presenta inferencias de aspecto bastante robusto.
En las cuestiones más complejas o polémicas (como la posible presencia de sesgos en las muestras, o la posibilidad de que los fitolitos tengan un origen no antrópico) se presenta la evidencia de forma clara y, en general, bastante convincente. Y se explica con cierto detalle porqué no se toman en consideración otras interpretaciones alternativas. Además, no van demasiado lejos en las conclusiones finales, y se limitan a señalar las interpretaciones más probables, basandose en la evidencia.
En aspectos concretos, creo que es muy útil la presentación exhaustiva de las distintas muestras que fueron analizadas, con su respectiva descripción de detalle. Y -aunque me gusta algo menos- también es muy correcta la disposición de los resultados del análisis, en tablas y gráficos.
...y los (pocos) "contras".
Lo cierto es que, aún esforzándome, no he encontrado aspectos negativos en el apartado técnico-metodológico del artículo. Quizás se echa de menos un poco más de tratamiento estadístico avanzado, a partir de los datos procesados (hipotéticamente, pienso que eso podría aportar algo más información).
En cuanto a la interpretación del comportamiento humano, hay un par de detalles que, creo, pueden ser mejorables. Por una parte, apenas hay referencias a un marco teórico, interpretativo, en el que se puedan situar los resultados del análisis de fitolitos. Se mencionan brevemente los comportamientos tecnológicos, las estrategias de subsistencia y los patrones de organización, pero esos tres conceptos no aparecen integrados en, digamos, una explicación global, ni se detalla cómo interactúan, o si dependen unos de otros.
Y, por otro lado, creo que falta integrar estos resultados con los abundantes datos que hay disponibles sobre otros estudios de las evidencias vegetales (semillas, carbones, pólenes) de El Esquilleu.
Entiendo que eso -quizás- va más allá del alcance de este trabajo, pero hubiera sido interesante hacer al menos una breve síntesis y reflexionar sobre el conjunto de las evidencias vegetales y la información que aportan en cada caso.
Referencia:
Cabanes, D., Mallol, C., Expósito, I., & Baena, J. (2010). Phytolith evidence for hearths and beds in the late Mousterian occupations of Esquilleu cave (Cantabria, Spain) Journal of Archaeological Science, 37 (11), 2947-2957 DOI: 10.1016/j.jas.2010.07.010
Bibliografía adicional
Mallol, C., Cabanes, D., Baena, J. (2010). Microstratigraphy and diagenesis at the upper Pleistocene site of Esquilleu Cave (Cantabria, Spain), Quaternary International, Volume 214, Issues 1-2, Geoarchaeology and Taphonomy, 1, 70-81, DOI: 10.1016/j.quaint.2009.10.018.
Baena, J., Carrión, E., Ruiz, B., Ellwood., B., Sesé, C., Yravedra, J., Jordá, J., Uzquiano, P., Velázquez, R., Sánchez-Arco, A., Hernández, F. (2005) Paleoecología y comportamiento humano durante el Pleistoceno Superior en la comarca de Liébana: La secuencia de la Cueva de El Esquilleu (Occidente de Cantabria, España). Monografías del Museo de Altamira, nº 20 , 369-383. 2005. Santander.
Yravedra, J., Banea, J., Arrizabalaga, A., Iriarte, M-J. (2005). El empleo de material óseo como combustible durante el Paleolítico Medio y Superior en el Cantábrico. Observaciones experimentales. Monografías del Museo de Altamira, nº 20 , 461-487. 2005. Santander.
Referencias en blogs
Este tema ha sido tratado por Martín Cagliani en Mundo Neandertal, y por Maria Lluïsa en NeanderFollia.
lunes, 13 de septiembre de 2010
Neandertales, arte y comportamiento simbólico
A modo de introducción
Oscar Moro Abadía y Manuel González Morales han publicado, no hace mucho, un artículo en el Oxford Journal of Archaeology que contiene algunas reflexiones interesantes sobre la relación entre los neandertales y los comportamientos simbólicos (o, como insisten en llamarlo los autores, "el arte").
En pocas palabras: el artículo argumenta que los recientes modelos sobre la modernidad cognitiva de los neandertales (D'Errico, 2003) son en buena medida fruto de un cambio en los paradigmas científicos y no en la evidencia material. En concreto se refieren a dos aspectos: (1) la conceptualización del propio Hombre de Neandertal, y (2) los cambios en lo que se considera "arte paleolítico", con la inclusión de los objetos de adorno y el arte mobiliar.
Esa modificación de las "cosmologías teóricas", de las bases que sustentan las explicaciones científicas, no incide (según los autores) sobre evidencias nuevas, sino sobre materiales que se conocen desde hace varias décadas.
Valorando el texto de un plumazo
Hablando en términos generales, debo decir que comparto buena parte de las ideas de fondo de los autores, tanto en la importancia dada a los paradigmas científicos y su influencia en las propuestas explicativas, como en la acertada descripción de los prejuicios históricos contra el Hombre de Neandertal.
Es obvio que las diferentes líneas teóricas de pensamiento (historicismo cultural, empirismo, marxismo, estructuralismo, darvinismo social, particularismo antropológico, etc), tienen una gran importancia en los modelos propuestos para explicar el pasado prehistórico. Del mismo modo, son importantes las propias características prácticas y de investigación de cada escuela o tradición académica (por ejemplo, la anglosajona, la francesa, la alemana, la española...). Por ello coincido con los autores en señalar que toda evaluación de los modelos y explicaciones científicas no debe pasar por alto esos importantes aspectos.
Por otro lado, la revisión del desarrollo histórico de los prejuicios sobre el Neandertal (a partir de la caracterización inicial de Boule, de la que también he hablado aquí), y las diferentes concepciones y revisiones de los aspectos anatómicos del Neandertal (refiriendose a autores como Coon, Straus y Cave) me parece simplemente fantástica.
En esencia, creo que el trabajo refleja bastante bien varios cambios acaecidos en la arqueología prehistórica de los últimos 30 años, con respecto a las poblaciones neandertales. Y eso ya lo convierte en una lectura muy recomendable.
Puntos de conflicto, o el "pues yo disiento"
Ahora bien, dado que no tiene mucho sentido escribir una revisión crítica como una pura repetición laudatoria del resumen del texto (esto es, hacer la pelota), y como existen varios aspectos importantes en los que no coincido con los autores, no tengo más remedio que entrar, ahora, en la parte de crítica del post.
El primer aspecto que encuentro un poco engorroso en este trabajo es la insistencia de los autores al hablar de la nueva conceptualización del Neandertal como "artista", o como realizador de "arte". Entiendo que está relacionada con la otra parte del artículo, la que se refiere a los cambios acaecidos en las ideas que los especialistas tienen sobre el arte paleolítico, pero no comparto la relevancia del término ni de sus argumentos al respecto.
Vayamos por partes. La argumentación de Moro Abadía y González Morales se centra en que, en las últimas décadas, ha cambiado la forma de entender el arte paleolítico. Y ese cambio ha ayudado a modificar la visión que existe sobre el hombre de Neandertal.
Su reflexión se refiere, en concreto, a la inclusión del arte mobiliar y de los objetos de adorno personal en el concepto de "arte". Según estos autores, dicho concepto estaba limitado, hasta los últimos años, al arte parietal (pinturas y grabados) en cuevas. Tal y como explican en el artículo, los objetos de adorno personal y del arte mobiliar (figuras, huesos grabados, etc) eran considerados, tradicionalmente, poco relevantes y menos representativos que el "otro" arte.
En su opinión, al cambiar la consideración de esos objetos "menores" o "decorativos", su nueva importancia ha motivado -en buena medida- el cambio en la imagen del Neandertal: Al documentarse la asociación del Neandertal con objetos de arte mobiliar y elementos de adorno personal, que ahora son considerados "auténtico arte", es por eso que ha surgido la consideración del Neandertal como "artista", y como humano con comportamiento plenamente moderno.
¿Demasiado arte?
Uno de mis principales problemas con esta explicación es la insistencia en la idea del "arte" y el "artista", que -según yo entiendo- son conceptos que llevan una carga de significado demasiado amplia y variada, poco adecuada al contexto del trabajo.
En mi opinión, sólo se entiende la insistencia en esos términos por la voluntad de los autores de ligar los cambios en la investigación sobre el "arte paleolítico" con los cambios en los modelos explicativos sobre el Hombre de Neandertal.
En realidad, en la bibliografía sobre las capacidades cognitivas y la modernidad en el comportamiento de Neandertales y Humanos Anatómicamente Modernos (HAM), muy pocas veces se hace referencia a los conceptos de "arte" y "artista". La reflexión se centra en ideas del ámbito cognitivo y semántico-linguístico, como "capacidad de crear símbolos", "posibilidad de concebir la forma final del objeto realizado", o "capacidad de representación".
Estas reflexiones se complementan otras concepciones más sociales o culturales de los símbolos y los signos, tomadas de la antropología y la sociología contemporáneas. Pero, rara vez, al menos desde mi punto de vista, se han dado influencias o transferencias de conceptos desde los estudios del arte, y en particular de arte paleolítico, para la explicación de las capacidades cognitivas de Neandertales y HAM.
Por eso, pienso que la argumentación de los autores es algo limitada en ese punto. Sus explicaciones sobre el paradigma "clásico" del arte paleolítico, y sobre su evolución reciente, en realidad, sólo son válidas para la historiografía de los estudios del arte paleolítico de la Región Franco-Cantábrica, tema en el que ambos son reputados especialistas. Es decir, la idea de que el verdadero arte rupestre se limitaba sólo a su versión parietal, en cueva, sólo se entiende en el marco de las investigaciones de autores como Breuil, Leroi-Gourhan, y otros, sobre el arte rupestre franco-cantábrico.
Sin embargo, la antropología llamada cultural, de origen anglosajón, y también la etnografía y antropología sensu estricto, de origen europeo continental, han argumentado y reflexionado desde siempre sobre la importancia de los elementos de adorno personal, y de otros tipos de objetos simbólicos personales, incluyendo el llamado "arte mobiliar". Esto no es algo de los años noventa u ochenta, sino que forma parte -desde hace al menos cien años- de notables tradiciones de investigación (Boas, Malinowski, Levi-Strauss, etc).
Por lo tanto, el argumento que contrapongo a los autores, en este aspecto concreto, es el siguiente: las herramientas explicativas (en forma de conceptos y reflexiones) que los investigadores hemos tomado para enfrentarnos al registro arqueológico de las capacidades cognitivas neandertales, no tienen una gran relación con los cambios en la investigación sobre el arte paleolítico. Ni tampoco creo que estén íntimamente relacionados con la reciente renovación del interés por la "Arqueología del cuerpo" (los autores citan, en ese sentido, la síntesis de Joyce en 2005).
Antropología escrita a fuego
Por el contrario, creo que los cambios en la investigación y en los modelos tienen sus bases sólidamente asentadas en una rica tradición investigadora en arqueología/antropología y en los trabajos etnográficos, etnoarqueológicos y (en menor medida) sociológicos, de al menos dos potentes tradiciones de investigación (una anglosajona y otra Europea continental).
Esos campos, en mi opinión, han tenido una fructífera e íntima relación con la arqueología prehistórica en general, y paleolítica en particular, y sus influencias están escritas a fuego en el armazón conceptual de explicaciones de muy diverso cuño, desde modelos dentro del materialismo marxista, hasta interpretaciones histórico-culturales, pasando por los modelos funcionalistas y adaptativos.
Relación entre teoría y evidencia material
Hay otro aspecto que no quiero pasar por alto y es la visión que dan los autores sobre cómo se establece la relación entre la evidencia material y el paradigma teórico, para generar un modelo o explicación. En la argumentación de Moro Abadía y González Morales se da la impresión de que la evidencia sobre las capacidades simbólicas ("artísticas") de los neandertales no es nueva en absoluto, y lo que ha cambiado son las técnicas analíticas disponibles (la tecnología) y, sobre todo, el paradigma científico que interpreta la evidencia.
Aunque hay algo de cierto en su propuesta (existen ciertas revisiones importantes de materiales conocidos de antiguo), creo que, en conjunto, no hace justicia al desarrollo de las investigaciones sobre el Paleolítico medio, y sobre la llamada transición al Paleolítico superior. Tampoco refleja de forma fiel la importancia de los trabajos realizados en las últimas décadas sobre las sociedades neandertales.
A pesar de lo afirman los autores del artículo, en los últimos treinta años hemos asistido al crecimiento exponencial de las evidencias arqueológicas. Esto es resultado del desarrollo de nuevas técnicas de trabajo de campo y nuevas metodologías de análisis de la evidencia. Pero también es fruto del estudio de nuevos materiales, nuevos yacimientos, nuevas secuencias, etc . Y todo ello ha redundado en un considerable aumento tanto la robustez como la verificabilidad de las inferencias científicas y las conclusiones de los investigadores.
Ese cambio cualitativo ha supuesto un auténtico rubicón para la disciplina y no parece razonable explicarlo en términos de cambios en el paradigma científico. En mi opinión, la situación actual es la de un conocimiento de las sociedades neandertales a todas luces insuficiente, pero que ya está en otro "universo cualitativo". Sobre todo, si lo comparamos con las limitadas evidencias arqueológicas sobre las que se construyeron, en el pasado, toda una serie de los modelos de las incapacidades neandertales (Chase y Dibble, 1987; Mellars, 1999).
"Wrapping up"
Haciendo un poco de balance, quiero decir que, aunque haya insistido en la crítica de ciertos aspectos del texto, el trabajo de Moro Abadía y González Morales es de esos que vale la pena leer, con aspectos muy interesantes para la reflexión teórico-metodológica en prehistoria.
Por cierto que Julien-Riel Salvatore le dedicó a ese artículo un post en su blog, hace algunas semanas. Está en inglés, pero creo que es una reseña muy interesante, desde un punto de vista diferente al mío.
Referencia:
MORO ABADÍA, O., & GONZÁLEZ MORALES, M. (2010). REDEFINING NEANDERTHALS AND ART: AN ALTERNATIVE INTERPRETATION OF THE MULTIPLE SPECIES MODEL FOR THE ORIGIN OF BEHAVIOURAL MODERNITY Oxford Journal of Archaeology, 29 (3), 229-243 DOI: 10.1111/j.1468-0092.2010.00346.x
Bibliografía adicional:
Philip G. Chase, Harold L. Dibble (1987): "Middle paleolithic symbolism: A review of current evidence and interpretations", Journal of Anthropological Archaeology, Volumen 6, número 3, pp. 263-296.
Paul Mellars (1999): "The Neanderthal Problem Continued", Current Anthropology, Volumen 40, número 3, pp. 341-364.
Francesco d'Errico (2003): "The Invisible Frontier. A Multiple Species Model for the Origin of Behavioral Modernity", Evolutionary Anthropology,Volumen 12, número 4, pp. 188-202.
lunes, 6 de septiembre de 2010
Cómo funciona una excavación arqueológica de investigación (con fotos de Axlor)
Gracias a los comentarios de este blog, y a las discusiones en las que participo en otros foros y bitácoras, he podido darme cuenta de que -en general- el público desconoce cómo funciona una excavación arqueológica de investigación.
Me refiero a conocer cómo es el detalle, el día a día... cómo se organiza el trabajo, se llevan a cabo las tareas, y se controla el proceso de excavación, para producir finalmente resultados científicos.
Por esa razón voy a intentar explicar, de forma coloquial y no muy "cientifista", cómo son las "tripas" de una excavación arqueológica de investigación.
También abordo el tema porque (pienso que) es importante: Permite satisfacer la curiosidad de los aficionados a la arqueología, y, sobre todo, nos ayuda, como ciudadanos, a mantener una postura crítica, informada, sobre el producto final: el conocimiento científico sobre las sociedades del pasado. Por eso creo que vale la pena tratar de explicar cómo funciona la investigación científica, vista desde dentro.
En el caso de las sociedades prehistóricas, como los Neandertales, el conocimiento arqueológico es casi el único (junto con los datos paleoantropológicos) que tenemos sobre sus modos de vida y sus realizaciones culturales. Por eso es tan importante comprender cómo se construyen los modelos y las explicaciones científicas. Y, para ello, el primer paso es entender cómo funciona una excavación arqueológica.
Me voy a referir por cierto a las excavaciones arqueológicas de investigación en paises occidentales, que tienen en general un modelo similar. Otros tipos de excavación, como las de urgencia o salvamento, o las misiones arqueológicas en paises del llamado Tercer Mundo o en naciones "en vías de desarrollo", tienen modelos de organización muy distintos que, por razones de economía de espacio, no puedo abordar aquí.
Pensamiento y cerebro: proyecto científico y director
Si imaginamos la excavación arqueológica a partir de la metáfora clásica del cuerpo humano, podemos decir que el director o directores representan el cerebro de la misma. Y el proyecto científico de investigación se puede entender como el objetivo intelectual o pensamiento de ese "cerebro".
De hecho, toda excavación arqueológica de investigación empieza como un proyecto científico particular, que aborda un tema de investigación sobre un aspecto específico del pasado.
Lo que trato de decir es que no se decide excavar un yacimiento arqueológico simplemente "porque está ahí", o porque tiene "buenas perspectivas"... así en abstracto. Al contrario, los yacimientos se excavan con unos objetivos concretos, para conocer determinados aspectos de las sociedades humanas del pasado.
En terminos académicos, se suele decir que se aborda una problemática: una cuestión de investigación que se puede resolver, o ayudar a resolver, gracias al conocimiento que se obtendrá de la excavación del yacimiento.
Esos objetivos de investigación y esa problemática, se derivan de los intereses académicos y científicos del director o directores de la excavación, y se concretan en un proyecto científico. Para llevar a cabo ese proyecto, dichas personas deben buscar una financiación. Volveré más adelante a la cuestión económica.
Los directores de excavaciones arqueológicas, en España, deben ser licenciados en una carrera universitaria adecuada al tipo concreto de excavación. Por ejemplo, un historiador se considera apropiado para un yacimiento medieval, y un paleontólogo, para una excavación del Pleistoceno inferior o medio. En general, además de tener uno o varios títulos universitarios, los directores suelen ser especialistas que se dedican a investigar sobre el pasado en un campo concreto. Es habitual que sean catedráticos o profesores de Universidad, o bien científicos de organismos públicos de investigación (como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el caso español).
De ese modo, una excavación que tenga lugar, por ejemplo, en una cueva con niveles del Paleolítico medio será dirigida, casi siempre, por un catedrático o profesor de Prehistoria. Y los trabajos en un yacimiento de época romana es probable que sean dirigidos por un investigador especializado en la época clásica.
No es raro que haya un único director de la excavación, pero también es habitual que la dirección sea compartida. A menudo varios especialistas en un periodo (por ejemplo, el final del Musteriense) o en una cuestión histórica (p.e. las últimas sociedades neandertales) se alían para dirigir una excavación arqueológica.
Otro modelo es el de co-dirección especializada: Puede haber un director arqueólogo, otro paleontólogo de vertebrados y otro paleoantropólogo, y cada uno de ellos se dedica a coordinar un tipo de estudios: el arqueólogo los de cultura material, el paleontólogo de vertebrados, los de fauna fósil; y el paleoantropólogo, los restos humanos. Esto es típico de los grandes proyectos de investigación y excavación, de alcance internacional y con financiación importante (el caso español más conocido sería el conjunto de yacimientos de Atapuerca).
Por último, es frecuente que en un yacimiento haya estratos o depósitos de varias épocas, y por eso a veces hay varios directores especializados en periodos distintos (Paleolítico, Neolítico, Edades de los Metales, etc...).
Una última cosa que conviene saber sobre los directores de excavaciones de investigación es que, habitualmente, no cobran ningún dinero por ese trabajo. Sus beneficios son de tipo académico y de prestigio personal, además de la realización que supone dedicarse a la investigación. Pero rara vez (casi nunca) hay beneficios económicos asociados al esfuerzo invertido.
Además, dado que casi todas las excavaciones arqueológicas se realizan en verano (para aprovechar el buen tiempo y la disponibilidad de voluntarios), es típico que los directores dediquen una parte o todas sus vacaciones y/o tiempo libre y de permiso, a dirigir la propia excavación.
Por debajo del director (en responsabilidad y conocimientos), suele haber un conjunto variado de personas que podríamos comparar con el sistema nervioso del cuerpo humano: son los que hacen funcionar todo lo demás, y -por así decirlo- actúan como "interfaz" entre el "cerebro" y el "resto del cuerpo". Este sistema nervioso se puede dividir, grosso modo, en dos grupos diferentes.
Por un lado, están los especialistas técnicos. Son profesionales, vinculados o no con la arqueología, que controlan distintos aspectos específicos, o bien de la investigación, o bien del desarrollo de los trabajos en la excavación. Son indispensables para que todo funcione correctamente, y su labor permite que la información y el material recogidos puedan ser de utilidad científica.
En este grupo, entrarían topógrafos, geólogos, fotógrafos, y también técnicos de laboratorio de campo, especialistas en informática, etc. Muchos de estos especialistas técnicos se integran en el trabajo diario de la excavación, pero otros pueden acudir sólo algunas jornadas, bien al comienzo o al final de cada campaña, para realizar sus labores de modo intensivo.
Por otro lado, están los estudiantes de investigación. Son personas que están realizando sus estudios avanzados (Master, Tesis Doctoral...) sobre un tema relacionado con el proyecto de excavación, y generalmente ofrecen su trabajo voluntario, a cambio de participar en los réditos científicos del mismo. Eso les permite aprender la profesión y enriquecer su curriculum investigador.
De forma ocasional, además, esos estudiantes de investigación pueden recibir alguna compensación económica, en general no muy abundante, por el trabajo realizado. Su nivel de formación les permite tener un papel intermedio, entre los directores y los excavadores voluntarios, que son la verdadera base del trabajo diario de excavación.
Cerrando la socorrida metáfora del cuerpo humano, tenemos al grueso de los excavadores voluntarios, que son el cuerpo y el alma de una excavación arqueológica de investigación.
Son el cuerpo, porque sólo gracias a su dedicación y trabajo diario (que puede llegar a ser bastante duro), se llevan a cabo los proyectos de investigación y las excavaciones arqueológicas. Y es gracias a eso que se puede, en último término, avanzar en el conocimiento del pasado.
Y digo que son el alma porque, como en casi todas las actividades, los trabajadores en la base son los que imprimen un determinado estilo, una idiosincrasia y unos rasgos distintivos a cada excavación arqueológica.
En España (y en Europa en general), los excavadores voluntarios son, en su mayor parte, estudiantes de carreras universitarias, relacionadas de algún modo con el tema que se está estudiando en ese yacimiento. Así, pueden ser estudiantes de historia, restauración, geología, biología, antropología, etc.
Además de ese grupo mayoritario, que suele ser bastante joven, hay otros colectivos de personas que se acercan a las excavaciones arqueológicas y trabajan como voluntarios.
Esas otras personas se definen por una gran afición a la arqueología y al estudio del pasado. Los casos concretos pueden ser de lo más variado: yo he encontrado a profesores de instituto, de educación infantil, artistas (por ejemplo, pintores o escritores), monitores de aire libre, constructores, canteros, y hasta un trabajador de bodegas vinícolas... aunque debo reconocer que éste era licenciado en historia y su afición le venía de lejos.
Las excavaciones arqueológicas, como he mencionado antes, tienen lugar casi siempre durante los meses de verano. Es el momento en que todos los implicados disponen de tiempo para dedicarse a la campaña, y además es importante que no llueva, sobre todo en los yacimientos al aire libre. El tiempo de campaña es variable, y depende de muchos factores: el dinero disponible, la planificación a largo plazo (en varios años), lo ambicioso de cada proyecto, etc.
Cada campaña veraniega dura de un mínimo de dos semanas hasta un máximo de tres meses, aunque hay excepciones puntuales, tanto por arriba como por debajo de esos plazos.
El trabajo durante la excavación suele dividirse en dos partes: El trabajo en el yacimiento y el procesado de los materiales y la tierra extraída en el laboratorio de campo.
En el yacimiento no sólo se excava, en el sentido de extraer tierra y objetos. Una porción fundamental del trabajo, que ocupa buena parte del tiempo, es la de documentar con el mayor detalle posible todo lo que se hace, y así dejar constancia del contexto de todos los materiales encontrados.
La jornada diaria transcurre entre (1) excavar el sedimento, y (2) anotar cosas: medir y registrar la posición de los objetos encontrados, describir el tipo de sedimento (tierra), describir rocas y cantos, y otros contenidos (raices, minerales...) que se van extrayendo, y llevar un control muy cuidadoso de cada zona del yacimiento, y de lo que sucede en todas ellas.
Dependiendo de las necesidades de trabajo, y de lo duro de las condiciones (exposición al sol y a los elementos, postura, trabajo físico extenuante o no...), la jornada de trabajo dura entre 6 y 9 horas, con paradas para descansar, beber agua, tomar almuerzos y "tentempiés", ir al W.C. o fumar un cigarrillo.
Todas esas actividades (fumar, beber, comer, etc) se deben hacer siempre fuera del yacimiento, ya que, además de que pueden ensuciar (restos de comida, colillas...) y dar mala imagen, los restos orgánicos podrían afectar a las muestras tomadas para dataciones u otros fines.
Las herramientas de excavación, y el ritmo de extracción, dependen del tipo de estrato o depósito, y de su riqueza en materiales. Por ejemplo, en grandes superficies al aire libre, que tengan paquetes estériles (sin material arqueológico) de varios metros de espesor, separando capas fértiles, se pueden usar máquinas de obra en "lo esteril": palas excavadoras o mini-excavadoras, contratadas para ahorrar tiempo y esfuerzo. Sin embargo, dentro de una cueva, tareas similares deberán realizarse, por lo general, con picos y palas.
En los niveles fértiles, se cambia -como es lógico- la estrategia, pero no el criterio general: La herramienta sigue dependiendo de lo rico que sea el estrato en materiales arqueológicos: Un nivel con poca densidad de hallazgos podrá ser excavado usando un paletín de mano o cuchillos romos grandes, pero otro con miles de objetos en cada capa de un centímetro, requirirá de cuchillos muy finos, espátulas de madera, y pequeños cepillos y brochas.
El laboratorio de campo es una instalación donde se procesan los objetos encontrados y el sedimento recogido en la excavación. Este laboratorio puede ser algo tan sencillo como un lavadero y secadero, con cribas metálicas para procesar el sedimento, o puede incluir otros elementos segun sea necesario: mesas con lupas y bandejas con separadores para seleccionar y clasificar los hallazgos de menor tamaño, ordenadores para completar la documentación y control de los materiales, impresoras para hacer etiquetas y hojas de registro, cajas de distintos tamaños para guardar los hallazgos procesados, etc.
El laboratorio puede estar en una institución de investigación, como la universidad, si se da la circunstancia afortunada de que esté situada cerca del yacimiento.También es habitual colocar el laboratorio de campo en la residencia contratada para alojar a los excavadores, o en un local específico alquilado para tal fin.
¡A gastar la pasta del contribuyente!... Logística y subvenciones.
Con todo lo que hemos visto, no debería de extrañar que una excavación arqueológica cueste bastante dinero. En ese sentido, y según mi experiencia, las excavaciones son "entidades" en las que se optimiza al máximo la inversión realizada: los administradores de las mismas (que por lo general son los mismos directores) se las arreglan para estirar al máximo los fondos disponibles, y logran hacer auténticas maravillas con lo -poco- que tienen.
En cuanto al origen del dinero, en su mayor parte es inversión pública: son subvenciones a proyectos, concedidas por las distintas administraciones (desde la Unión Europea hasta los ayuntamientos locales) en convocatorias oficiales. Esas convocatorias son, en general, públicas y competitivas: Es decir, se trata de concursos en los que hay una cantidad de dinero máxima para repartir, que se divide entre los mejores proyectos, a criterio del poder público en cuestión (gobierno autonómico, estatal, etc).
Las excavaciones se hacen, por tanto, con dinero público. Este dato es importante y conviene que sea conocido, porque significa que los directores son responsables de que sus proyectos reviertan en interés de la sociedad (en forma de conocimiento general, divulgación de resultados y desarrollo local) y no se queden en el ámbito de la erudición académica, o sirvan tan sólo para apuntalar su currículum científico personal.
En mucha menor medida, algunos proyectos reciben también financiación privada. Esta puede ser de fundaciones o de empresas, con las que se pueden firmar convenios. Por ejemplo, es un dato conocido que las intervenciones en Atapuerca reciben financiación de una marca de calzado y ropa de aventura, así como de una importante marca de cerveza.
Pasemos ahora a ver en que se gasta todo este dinero: hay dos grandes capítulos que se llevan casi todo el presupuesto, Personal y Equipamiento Científico. El capítulo de personal, a pesar de que casi todo el mundo trabaja de manera voluntaria y no cobra salario, sigue siendo muy importante. Incluye la manutención y alojamiento de todos los participantes durante la campaña de excavación, seguros de los excavadores, y los sueldos o minutas de los especialistas técnicos.
El equipamiento científico es un apartado mucho más variado, y de importancia creciente. La incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación ha mejorado de forma notable nuestro trabajo como arqueólogos, pero también ha encarecido una barbaridad todo el proceso: Hoy en día, la compra o alquiler de aparatos de GPS, estaciones digitales de topografía, ordenadores de sobremesa y portátiles, PDAs, cámaras de fotografía digital, medidores de distancia láser, impresoras y escáneres, etc, suponen un gasto cada vez mayor en las excavaciones arqueológicas. Y a eso hay que sumar el equipamiento técnico específico del laboratorio de campo: macroscopios, utensilios de restauracion, cubetas de ultrasonidos, reactivos, consumibles...
Por último, un apartado que suele tener cierta importancia es el de los análisis externos: Me refiero a las muestras que se envían a laboratorios para obtener, por ejemplo, dataciones absolutas, análisis de composición mineral, o estudios de isótopos estables.
Termino por fín este post, que ha alcanzado una considerable longitud. Sé que se quedan muchísimas cosas en el tintero, y que se podrían escribir libros enteros sobre cómo funciona una única excavación arqueológica... y no digamos ya todas ellas en su conjunto.
Por eso me pongo a vuestra disposición, para que inquiráis sobre cualquier duda, aclaración, tema que os interese o curiosidad que tengáis sobre las excavaciones arqueológicas de investigación. En la medida de lo posible, y desde mi experiencia en el tema, trataré de responder a dichas cuestiones.
Me refiero a conocer cómo es el detalle, el día a día... cómo se organiza el trabajo, se llevan a cabo las tareas, y se controla el proceso de excavación, para producir finalmente resultados científicos.
Por esa razón voy a intentar explicar, de forma coloquial y no muy "cientifista", cómo son las "tripas" de una excavación arqueológica de investigación.
También abordo el tema porque (pienso que) es importante: Permite satisfacer la curiosidad de los aficionados a la arqueología, y, sobre todo, nos ayuda, como ciudadanos, a mantener una postura crítica, informada, sobre el producto final: el conocimiento científico sobre las sociedades del pasado. Por eso creo que vale la pena tratar de explicar cómo funciona la investigación científica, vista desde dentro.
En el caso de las sociedades prehistóricas, como los Neandertales, el conocimiento arqueológico es casi el único (junto con los datos paleoantropológicos) que tenemos sobre sus modos de vida y sus realizaciones culturales. Por eso es tan importante comprender cómo se construyen los modelos y las explicaciones científicas. Y, para ello, el primer paso es entender cómo funciona una excavación arqueológica.
Vista general de los trabajos de excavación,
yacimiento de Axlor (Dima, Bizkaia)
Me voy a referir por cierto a las excavaciones arqueológicas de investigación en paises occidentales, que tienen en general un modelo similar. Otros tipos de excavación, como las de urgencia o salvamento, o las misiones arqueológicas en paises del llamado Tercer Mundo o en naciones "en vías de desarrollo", tienen modelos de organización muy distintos que, por razones de economía de espacio, no puedo abordar aquí.
Pensamiento y cerebro: proyecto científico y director
Si imaginamos la excavación arqueológica a partir de la metáfora clásica del cuerpo humano, podemos decir que el director o directores representan el cerebro de la misma. Y el proyecto científico de investigación se puede entender como el objetivo intelectual o pensamiento de ese "cerebro".
De hecho, toda excavación arqueológica de investigación empieza como un proyecto científico particular, que aborda un tema de investigación sobre un aspecto específico del pasado.
Lo que trato de decir es que no se decide excavar un yacimiento arqueológico simplemente "porque está ahí", o porque tiene "buenas perspectivas"... así en abstracto. Al contrario, los yacimientos se excavan con unos objetivos concretos, para conocer determinados aspectos de las sociedades humanas del pasado.
En terminos académicos, se suele decir que se aborda una problemática: una cuestión de investigación que se puede resolver, o ayudar a resolver, gracias al conocimiento que se obtendrá de la excavación del yacimiento.
Esos objetivos de investigación y esa problemática, se derivan de los intereses académicos y científicos del director o directores de la excavación, y se concretan en un proyecto científico. Para llevar a cabo ese proyecto, dichas personas deben buscar una financiación. Volveré más adelante a la cuestión económica.
Los directores de excavaciones arqueológicas, en España, deben ser licenciados en una carrera universitaria adecuada al tipo concreto de excavación. Por ejemplo, un historiador se considera apropiado para un yacimiento medieval, y un paleontólogo, para una excavación del Pleistoceno inferior o medio. En general, además de tener uno o varios títulos universitarios, los directores suelen ser especialistas que se dedican a investigar sobre el pasado en un campo concreto. Es habitual que sean catedráticos o profesores de Universidad, o bien científicos de organismos públicos de investigación (como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el caso español).
De ese modo, una excavación que tenga lugar, por ejemplo, en una cueva con niveles del Paleolítico medio será dirigida, casi siempre, por un catedrático o profesor de Prehistoria. Y los trabajos en un yacimiento de época romana es probable que sean dirigidos por un investigador especializado en la época clásica.
No es raro que haya un único director de la excavación, pero también es habitual que la dirección sea compartida. A menudo varios especialistas en un periodo (por ejemplo, el final del Musteriense) o en una cuestión histórica (p.e. las últimas sociedades neandertales) se alían para dirigir una excavación arqueológica.
Otro modelo es el de co-dirección especializada: Puede haber un director arqueólogo, otro paleontólogo de vertebrados y otro paleoantropólogo, y cada uno de ellos se dedica a coordinar un tipo de estudios: el arqueólogo los de cultura material, el paleontólogo de vertebrados, los de fauna fósil; y el paleoantropólogo, los restos humanos. Esto es típico de los grandes proyectos de investigación y excavación, de alcance internacional y con financiación importante (el caso español más conocido sería el conjunto de yacimientos de Atapuerca).
Por último, es frecuente que en un yacimiento haya estratos o depósitos de varias épocas, y por eso a veces hay varios directores especializados en periodos distintos (Paleolítico, Neolítico, Edades de los Metales, etc...).
Una última cosa que conviene saber sobre los directores de excavaciones de investigación es que, habitualmente, no cobran ningún dinero por ese trabajo. Sus beneficios son de tipo académico y de prestigio personal, además de la realización que supone dedicarse a la investigación. Pero rara vez (casi nunca) hay beneficios económicos asociados al esfuerzo invertido.
Además, dado que casi todas las excavaciones arqueológicas se realizan en verano (para aprovechar el buen tiempo y la disponibilidad de voluntarios), es típico que los directores dediquen una parte o todas sus vacaciones y/o tiempo libre y de permiso, a dirigir la propia excavación.
El sistema nervioso: Los especialistas técnicos y los estudiantes de investigación
Por debajo del director (en responsabilidad y conocimientos), suele haber un conjunto variado de personas que podríamos comparar con el sistema nervioso del cuerpo humano: son los que hacen funcionar todo lo demás, y -por así decirlo- actúan como "interfaz" entre el "cerebro" y el "resto del cuerpo". Este sistema nervioso se puede dividir, grosso modo, en dos grupos diferentes.
Por un lado, están los especialistas técnicos. Son profesionales, vinculados o no con la arqueología, que controlan distintos aspectos específicos, o bien de la investigación, o bien del desarrollo de los trabajos en la excavación. Son indispensables para que todo funcione correctamente, y su labor permite que la información y el material recogidos puedan ser de utilidad científica.
En este grupo, entrarían topógrafos, geólogos, fotógrafos, y también técnicos de laboratorio de campo, especialistas en informática, etc. Muchos de estos especialistas técnicos se integran en el trabajo diario de la excavación, pero otros pueden acudir sólo algunas jornadas, bien al comienzo o al final de cada campaña, para realizar sus labores de modo intensivo.
Por otro lado, están los estudiantes de investigación. Son personas que están realizando sus estudios avanzados (Master, Tesis Doctoral...) sobre un tema relacionado con el proyecto de excavación, y generalmente ofrecen su trabajo voluntario, a cambio de participar en los réditos científicos del mismo. Eso les permite aprender la profesión y enriquecer su curriculum investigador.
De forma ocasional, además, esos estudiantes de investigación pueden recibir alguna compensación económica, en general no muy abundante, por el trabajo realizado. Su nivel de formación les permite tener un papel intermedio, entre los directores y los excavadores voluntarios, que son la verdadera base del trabajo diario de excavación.
Cuerpo y alma: Los excavadores voluntarios
Cerrando la socorrida metáfora del cuerpo humano, tenemos al grueso de los excavadores voluntarios, que son el cuerpo y el alma de una excavación arqueológica de investigación.
Son el cuerpo, porque sólo gracias a su dedicación y trabajo diario (que puede llegar a ser bastante duro), se llevan a cabo los proyectos de investigación y las excavaciones arqueológicas. Y es gracias a eso que se puede, en último término, avanzar en el conocimiento del pasado.
Y digo que son el alma porque, como en casi todas las actividades, los trabajadores en la base son los que imprimen un determinado estilo, una idiosincrasia y unos rasgos distintivos a cada excavación arqueológica.
Trabajadores voluntarios delimitando un nivel arqueológico,
yacimiento de Axlor (Dima, Bizkaia)
Además de ese grupo mayoritario, que suele ser bastante joven, hay otros colectivos de personas que se acercan a las excavaciones arqueológicas y trabajan como voluntarios.
Esas otras personas se definen por una gran afición a la arqueología y al estudio del pasado. Los casos concretos pueden ser de lo más variado: yo he encontrado a profesores de instituto, de educación infantil, artistas (por ejemplo, pintores o escritores), monitores de aire libre, constructores, canteros, y hasta un trabajador de bodegas vinícolas... aunque debo reconocer que éste era licenciado en historia y su afición le venía de lejos.
En el tajo: El día a día de la excavación
Las excavaciones arqueológicas, como he mencionado antes, tienen lugar casi siempre durante los meses de verano. Es el momento en que todos los implicados disponen de tiempo para dedicarse a la campaña, y además es importante que no llueva, sobre todo en los yacimientos al aire libre. El tiempo de campaña es variable, y depende de muchos factores: el dinero disponible, la planificación a largo plazo (en varios años), lo ambicioso de cada proyecto, etc.
Cada campaña veraniega dura de un mínimo de dos semanas hasta un máximo de tres meses, aunque hay excepciones puntuales, tanto por arriba como por debajo de esos plazos.
El trabajo durante la excavación suele dividirse en dos partes: El trabajo en el yacimiento y el procesado de los materiales y la tierra extraída en el laboratorio de campo.
En el yacimiento no sólo se excava, en el sentido de extraer tierra y objetos. Una porción fundamental del trabajo, que ocupa buena parte del tiempo, es la de documentar con el mayor detalle posible todo lo que se hace, y así dejar constancia del contexto de todos los materiales encontrados.
La jornada diaria transcurre entre (1) excavar el sedimento, y (2) anotar cosas: medir y registrar la posición de los objetos encontrados, describir el tipo de sedimento (tierra), describir rocas y cantos, y otros contenidos (raices, minerales...) que se van extrayendo, y llevar un control muy cuidadoso de cada zona del yacimiento, y de lo que sucede en todas ellas.
Excavación de Axlor (Musteriense) en 2008. Las chinchetas
de colores señalan la posición de objetos para coordenar
(midiendo su posición en el espacio con una estación de topografía)
Dependiendo de las necesidades de trabajo, y de lo duro de las condiciones (exposición al sol y a los elementos, postura, trabajo físico extenuante o no...), la jornada de trabajo dura entre 6 y 9 horas, con paradas para descansar, beber agua, tomar almuerzos y "tentempiés", ir al W.C. o fumar un cigarrillo.
Tomando un "tentempie" fuera del perímetro
de protección del yacimiento (la verja).
Todas esas actividades (fumar, beber, comer, etc) se deben hacer siempre fuera del yacimiento, ya que, además de que pueden ensuciar (restos de comida, colillas...) y dar mala imagen, los restos orgánicos podrían afectar a las muestras tomadas para dataciones u otros fines.
Las herramientas de excavación, y el ritmo de extracción, dependen del tipo de estrato o depósito, y de su riqueza en materiales. Por ejemplo, en grandes superficies al aire libre, que tengan paquetes estériles (sin material arqueológico) de varios metros de espesor, separando capas fértiles, se pueden usar máquinas de obra en "lo esteril": palas excavadoras o mini-excavadoras, contratadas para ahorrar tiempo y esfuerzo. Sin embargo, dentro de una cueva, tareas similares deberán realizarse, por lo general, con picos y palas.
En los niveles fértiles, se cambia -como es lógico- la estrategia, pero no el criterio general: La herramienta sigue dependiendo de lo rico que sea el estrato en materiales arqueológicos: Un nivel con poca densidad de hallazgos podrá ser excavado usando un paletín de mano o cuchillos romos grandes, pero otro con miles de objetos en cada capa de un centímetro, requirirá de cuchillos muy finos, espátulas de madera, y pequeños cepillos y brochas.
Este depósito de Axlor, tan rico en materiales,
está pidiendo a gritos el máximo cuidado
y un material de excavación muy-muy fino.
El laboratorio de campo es una instalación donde se procesan los objetos encontrados y el sedimento recogido en la excavación. Este laboratorio puede ser algo tan sencillo como un lavadero y secadero, con cribas metálicas para procesar el sedimento, o puede incluir otros elementos segun sea necesario: mesas con lupas y bandejas con separadores para seleccionar y clasificar los hallazgos de menor tamaño, ordenadores para completar la documentación y control de los materiales, impresoras para hacer etiquetas y hojas de registro, cajas de distintos tamaños para guardar los hallazgos procesados, etc.
El laboratorio puede estar en una institución de investigación, como la universidad, si se da la circunstancia afortunada de que esté situada cerca del yacimiento.También es habitual colocar el laboratorio de campo en la residencia contratada para alojar a los excavadores, o en un local específico alquilado para tal fin.
¡A gastar la pasta del contribuyente!... Logística y subvenciones.
Con todo lo que hemos visto, no debería de extrañar que una excavación arqueológica cueste bastante dinero. En ese sentido, y según mi experiencia, las excavaciones son "entidades" en las que se optimiza al máximo la inversión realizada: los administradores de las mismas (que por lo general son los mismos directores) se las arreglan para estirar al máximo los fondos disponibles, y logran hacer auténticas maravillas con lo -poco- que tienen.
En cuanto al origen del dinero, en su mayor parte es inversión pública: son subvenciones a proyectos, concedidas por las distintas administraciones (desde la Unión Europea hasta los ayuntamientos locales) en convocatorias oficiales. Esas convocatorias son, en general, públicas y competitivas: Es decir, se trata de concursos en los que hay una cantidad de dinero máxima para repartir, que se divide entre los mejores proyectos, a criterio del poder público en cuestión (gobierno autonómico, estatal, etc).
Las excavaciones se hacen, por tanto, con dinero público. Este dato es importante y conviene que sea conocido, porque significa que los directores son responsables de que sus proyectos reviertan en interés de la sociedad (en forma de conocimiento general, divulgación de resultados y desarrollo local) y no se queden en el ámbito de la erudición académica, o sirvan tan sólo para apuntalar su currículum científico personal.
En mucha menor medida, algunos proyectos reciben también financiación privada. Esta puede ser de fundaciones o de empresas, con las que se pueden firmar convenios. Por ejemplo, es un dato conocido que las intervenciones en Atapuerca reciben financiación de una marca de calzado y ropa de aventura, así como de una importante marca de cerveza.
Pasemos ahora a ver en que se gasta todo este dinero: hay dos grandes capítulos que se llevan casi todo el presupuesto, Personal y Equipamiento Científico. El capítulo de personal, a pesar de que casi todo el mundo trabaja de manera voluntaria y no cobra salario, sigue siendo muy importante. Incluye la manutención y alojamiento de todos los participantes durante la campaña de excavación, seguros de los excavadores, y los sueldos o minutas de los especialistas técnicos.
El equipamiento científico es un apartado mucho más variado, y de importancia creciente. La incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación ha mejorado de forma notable nuestro trabajo como arqueólogos, pero también ha encarecido una barbaridad todo el proceso: Hoy en día, la compra o alquiler de aparatos de GPS, estaciones digitales de topografía, ordenadores de sobremesa y portátiles, PDAs, cámaras de fotografía digital, medidores de distancia láser, impresoras y escáneres, etc, suponen un gasto cada vez mayor en las excavaciones arqueológicas. Y a eso hay que sumar el equipamiento técnico específico del laboratorio de campo: macroscopios, utensilios de restauracion, cubetas de ultrasonidos, reactivos, consumibles...
Imagen general del yacimiento de Axlor en 2008.
En el centro de la imagen, una estación de topografía.
Por último, un apartado que suele tener cierta importancia es el de los análisis externos: Me refiero a las muestras que se envían a laboratorios para obtener, por ejemplo, dataciones absolutas, análisis de composición mineral, o estudios de isótopos estables.
Y preguntar que para eso estamos
Termino por fín este post, que ha alcanzado una considerable longitud. Sé que se quedan muchísimas cosas en el tintero, y que se podrían escribir libros enteros sobre cómo funciona una única excavación arqueológica... y no digamos ya todas ellas en su conjunto.
Por eso me pongo a vuestra disposición, para que inquiráis sobre cualquier duda, aclaración, tema que os interese o curiosidad que tengáis sobre las excavaciones arqueológicas de investigación. En la medida de lo posible, y desde mi experiencia en el tema, trataré de responder a dichas cuestiones.
Créditos de las imágenes: Las fotografías que ilustran este post forman parte de las diversas Memorias de Excavación del yacimiento de Axlor, confeccionadas entre 2000 y 2008. Han sido publicadas, como tales, en el anuario de Arqueología del Gobierno Vasco Arkeoikuska.