La Era del Jazz es otra forma de llamar a los felices años veinte, los "Roaring Twenties".
La música Jazz comenzó a llamarse así en Chicago en 1915. Me he permitido estirar un poco la cronología de aquella epoca de progreso, romanticismo y duros despertares (Gran Guerra, Gran Depresión) para titular estas líneas sobre la imagen del Neandertal, entre 1911 y 1930.
En un post anterior veíamos que, a raíz de la interpretación errónea de los restos de la Chapelle-aux-Saints (1908), el Hombre de Neandertal fue imaginado como una criatura subhumana y monstruosa.
En la década de los años diez, la imagen del Homo neanderthalensis no cambia sustancialmente. En el imaginario popular (y las reconstrucciones científicas) es retratado como un monstruo patizando, o un ser entre el hombre y el mono. Se quiere sitúar al neandertal entre el ser humano y los grandes simios (cuyos rasgos, gestos y caracteres empiezan a ser mejor conocidos por los artistas).
Precisamente el hombre de la Chapelle-aux-Saints, es el protagonista de un relieve de la fachada del Instituto de Paleontología Humana de París. Es obra de Constant Ambroise Roux y está fechado en 1911. Fué encargado por el Príncipe Alberto I de Mónaco.
El Neandertal aparece encorvado sobre sus sencillos útiles, y no se aprecian detalles sobre la postura erguida o la forma de caminar. Por otro lado, aparece desnudo (un atributo de los animales, los humanos se fabrican ropas) y el artista no duda en otorgarle un rostro entre simiesco y brutal; aunque eso sí, con un esbozo de sonrisa que lo humaniza un poco.
Un intento de reconstrucción científica de otro fósil neandertal nos deja una curiosa obra, compleja de evaluar.
El busto de la Mujer del Musteriense de La Quina, ha sufrido una cierta degradación (tanto el yeso como la pintura) por lo que conviene ser prudente al tratar de adivinar la intención de los autores, Charles Bousquet y L. Henri-Martin.
Sin embargo, las imágenes tomadas durante la reconstrucción (en 1913) nos dan algunas claves. Por ejemplo, llama la atención la forma de moldear la boca y los labios, que parece tomar como referente la morfología facial de un simio.
En cuanto a la nariz, en el fósil falta la mayor parte de esa zona del esqueleto facial. Sin referente directo, los autores optan por una nariz corta, ancha y chata, pero más picuda que la de los simios. Quizás la idea de fondo fue la de retratar a esta mujer como un eslabón perdido, a medio camino entre lo humano y los parientes africanos.
Por otra parte, ciertos rasgos del fósil aparecen reflejados con fidelidad en las fases de reconstrucción: la forma del mentón, el toro supraorbital, el grueso ramus mandibular o la característica forma del "moño" neandertal (la parte posterior del cráneo).
En 1914 Louis Mascré y Aimé Rutot concluyeron la creación de una serie de figuras sobre los "precursores" y el hombre primitivo, que trataban de aunar lo científico y lo artístico. Varias de las esculturas (que se conservan en el Real Instituto Belga de Ciencias Naturales) abordaron al Hombre de Neandertal o sus antepasados directos.
La figura del Hombre de Mauer se basó en la mandíbula hallada en esa localidad alemana en 1907 (de Homo heidelbergensis). El rostro tiene un aspecto simiesco en general, con una forma craneal típica del neandertal. La tecnología de este homínido se imagina de lo más simple (una estaca afilada de madera). Pero, a la vez, se le presenta como un orgulloso cazador: transportando a su presa.
Las dos imágenes de Neandertales de la serie (el Hombre de Neandertal y la Mujer de raza Neandertal) transmiten las mismas sensaciones: criaturas muy primitivas, de rasgos y comportamientos simiescos (en particular, en el gesto de la mujer) y una cultura material casi inapreciable. Como salvedad a esta idea general, la anatomía postcraneal, hasta donde se aprecia, parece más próxima a la humanidad que a los grandes simios.
Muy lejos de Europa y de las ideas predominantes en ese continente, en 1916 se realizó la que probablemente sea la reconstrucción más humana del Neandertal, en todo este periodo.
Fue obra del anatomista estadounidense James H. McGregor. Muestra los rasgos anatómicos del cráneo y el esqueleto facial, pero los combina con una imagen plenamente "moderna", aunque sin muchos detalles.
El propio Marcellin Boule (responsable de la caracterización del Viejo de la Chapelle-aux-Saints), realizó en 1921 una reconstrucción del fósil (de los músculos faciales y del cuello) junto con Joanny Durand.
La figura muestra una nariz y unos labios que recuerdan ligeramente a lo que en la época se denominaba "tipo negroide" (según las teorías raciales del S. XIX). Por lo demás la obra resulta bastante aseptica en general.
Tenemos un ejemplo de todo lo contrario en la obra de Ivonne Parvillée y Maurice Faure (1923) que retrata a otro neandertal. Este es decididamente un ser simiesco, desprovisto de cualquier rasgo de humanidad.
El periodo termina con esa imagen del Neandertal instalada en el imaginario colectivo: o bien medio-simio, o bien brutal y subhumano (o ambos).
Como curiosidad, concluyo con la portada de una obra de H.G. Wells en los años veinte. Muestra a unos trogloditas pelirrojos, barbudos, de rostros brutales y andar encorvado, que muy bien podrían ser los Neandertales de Boule.
Fuentes:
La música Jazz comenzó a llamarse así en Chicago en 1915. Me he permitido estirar un poco la cronología de aquella epoca de progreso, romanticismo y duros despertares (Gran Guerra, Gran Depresión) para titular estas líneas sobre la imagen del Neandertal, entre 1911 y 1930.
En un post anterior veíamos que, a raíz de la interpretación errónea de los restos de la Chapelle-aux-Saints (1908), el Hombre de Neandertal fue imaginado como una criatura subhumana y monstruosa.
En la década de los años diez, la imagen del Homo neanderthalensis no cambia sustancialmente. En el imaginario popular (y las reconstrucciones científicas) es retratado como un monstruo patizando, o un ser entre el hombre y el mono. Se quiere sitúar al neandertal entre el ser humano y los grandes simios (cuyos rasgos, gestos y caracteres empiezan a ser mejor conocidos por los artistas).
Precisamente el hombre de la Chapelle-aux-Saints, es el protagonista de un relieve de la fachada del Instituto de Paleontología Humana de París. Es obra de Constant Ambroise Roux y está fechado en 1911. Fué encargado por el Príncipe Alberto I de Mónaco.
El Neandertal aparece encorvado sobre sus sencillos útiles, y no se aprecian detalles sobre la postura erguida o la forma de caminar. Por otro lado, aparece desnudo (un atributo de los animales, los humanos se fabrican ropas) y el artista no duda en otorgarle un rostro entre simiesco y brutal; aunque eso sí, con un esbozo de sonrisa que lo humaniza un poco.
Un intento de reconstrucción científica de otro fósil neandertal nos deja una curiosa obra, compleja de evaluar.
El busto de la Mujer del Musteriense de La Quina, ha sufrido una cierta degradación (tanto el yeso como la pintura) por lo que conviene ser prudente al tratar de adivinar la intención de los autores, Charles Bousquet y L. Henri-Martin.
Sin embargo, las imágenes tomadas durante la reconstrucción (en 1913) nos dan algunas claves. Por ejemplo, llama la atención la forma de moldear la boca y los labios, que parece tomar como referente la morfología facial de un simio.
En cuanto a la nariz, en el fósil falta la mayor parte de esa zona del esqueleto facial. Sin referente directo, los autores optan por una nariz corta, ancha y chata, pero más picuda que la de los simios. Quizás la idea de fondo fue la de retratar a esta mujer como un eslabón perdido, a medio camino entre lo humano y los parientes africanos.
Por otra parte, ciertos rasgos del fósil aparecen reflejados con fidelidad en las fases de reconstrucción: la forma del mentón, el toro supraorbital, el grueso ramus mandibular o la característica forma del "moño" neandertal (la parte posterior del cráneo).
En 1914 Louis Mascré y Aimé Rutot concluyeron la creación de una serie de figuras sobre los "precursores" y el hombre primitivo, que trataban de aunar lo científico y lo artístico. Varias de las esculturas (que se conservan en el Real Instituto Belga de Ciencias Naturales) abordaron al Hombre de Neandertal o sus antepasados directos.
La figura del Hombre de Mauer se basó en la mandíbula hallada en esa localidad alemana en 1907 (de Homo heidelbergensis). El rostro tiene un aspecto simiesco en general, con una forma craneal típica del neandertal. La tecnología de este homínido se imagina de lo más simple (una estaca afilada de madera). Pero, a la vez, se le presenta como un orgulloso cazador: transportando a su presa.
Las dos imágenes de Neandertales de la serie (el Hombre de Neandertal y la Mujer de raza Neandertal) transmiten las mismas sensaciones: criaturas muy primitivas, de rasgos y comportamientos simiescos (en particular, en el gesto de la mujer) y una cultura material casi inapreciable. Como salvedad a esta idea general, la anatomía postcraneal, hasta donde se aprecia, parece más próxima a la humanidad que a los grandes simios.
Muy lejos de Europa y de las ideas predominantes en ese continente, en 1916 se realizó la que probablemente sea la reconstrucción más humana del Neandertal, en todo este periodo.
Fue obra del anatomista estadounidense James H. McGregor. Muestra los rasgos anatómicos del cráneo y el esqueleto facial, pero los combina con una imagen plenamente "moderna", aunque sin muchos detalles.
El propio Marcellin Boule (responsable de la caracterización del Viejo de la Chapelle-aux-Saints), realizó en 1921 una reconstrucción del fósil (de los músculos faciales y del cuello) junto con Joanny Durand.
La figura muestra una nariz y unos labios que recuerdan ligeramente a lo que en la época se denominaba "tipo negroide" (según las teorías raciales del S. XIX). Por lo demás la obra resulta bastante aseptica en general.
Tenemos un ejemplo de todo lo contrario en la obra de Ivonne Parvillée y Maurice Faure (1923) que retrata a otro neandertal. Este es decididamente un ser simiesco, desprovisto de cualquier rasgo de humanidad.
El periodo termina con esa imagen del Neandertal instalada en el imaginario colectivo: o bien medio-simio, o bien brutal y subhumano (o ambos).
Como curiosidad, concluyo con la portada de una obra de H.G. Wells en los años veinte. Muestra a unos trogloditas pelirrojos, barbudos, de rostros brutales y andar encorvado, que muy bien podrían ser los Neandertales de Boule.
Fuentes:
- L' Homme fossile de La Chapelle-aux-Saints. Marcellin Boule. Paris, Masson, 1911.
- Un essai de reconstitution plastique des races humaines primitives. Aimé Rutot. Bruxelles, Hayez, 1919.
- Venus y Caín, nacimiento y tribulaciones de la Prehistoria en el siglo XIX. Catálogo de Exposición. VV. AA., Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2003.
- Relieve del Instituto de Paleontología Humana (Paris). Foto M. Beck-Coppola.
- Busto de Neandertal. Museo Nacional de Prehistoria (Les Eyzies). Foto L. Gauthier.
- Serie de Louis Mascré y Aimé Rutot. Real Instituto Belga de Ciencias Naturales. Foto B. Fontanel.
- Reconstrucción de los músculos de la cabeza y cuello del Neandertalense de la Chapelle-aux-Saint. Museo del Hombre (Paris). Foto D. Ponsard.
En todo caso, un neandertal muy diferente al que vamos, y aún con trabajo, gestando hoy de forma más científica; ese "rubiales" fuertote, auténtico europeo, frente al sapiens negro.
ResponderEliminarEl tema de las reconstrucciones sigue siendo complicado. Podría ponerte un buen puñado de ejemplos ... En el imaginario popular sigue el tema del garrote, o de la división sexual del trabajo en la Prehistoria (algo que, referido al Paleolítico, no posee base alguna) Y lo peor es que esta idea invade terrenos científicos, plasmándose indirectamente en la mano de los dibujantes o de los mismos prehistoriadores.
Un saludo.