Vuelvo con este post a las revisiones de artículos, en las que presento trabajos que me parecen interesantes para comprender mejor la vida de los Neandertales. Esta vez, hago la crítica de un estudio arqueozoológico, publicado por Willian Rendu en 2010. En ese trabajo, el autor analiza los comportamientos de caza de los Neandertales, a partir del estudio de los restos de sus presas.
La arqueozoología, esa gran desconocida (lamentablemente)
Antes de entrar en el meollo, permitidme una -no tan breve- disgresión sobre la arqueozoología. Esta disciplina (o técnica, o sub-disciplina, etc, según quien la nombre) constituye, en mi opinión, uno de los recursos más valiosos, y a la vez desconocidos y minusvalorados, para el estudio de las sociedades de cazadores-recolectores. Y, por tanto, para avanzar en la comprensión de las sociedades humanas del Paleolítico.
Es cierto que otros aspectos del registro arqueológico (como la industria en piedra, o en otras materias) y paleoantropológico (los propios restos humanos) son de gran interés, y sirven para reconstruir partes importantes de la experiencia humana en el pasado.
Pero el enfoque centrado en esas evidencias a menudo olvida o minusvalora (históricamente ha sido así) los restos estudiados por los arqueozoologos. Me refiero a los restos de fauna, que provienen de animales que entraron en la órbita de las sociedades humanas de la Prehistoria (normalmente, como presas consumidas).
Para el Paleolítico, y para las sociedades de cazadores-recolectores en general, las presas de la caza están en la base natural de la organización económica.
La gestión de lo económico (subsistencia, producción, gestión de recursos), a su vez condiciona e interacciona con la organización social. Y, probablemente -como sugiere el arte rupestre- la caza también estuvo en el centro de la cosmovisión y los valores de las sociedades paleolíticas.
Además, la caza no es sólo alimentación. La evidencia arqueológica señala que, junto con la carne y la grasa, los animales abatidos proporcionan materia prima para el utillaje (hueso, diente o asta) al menos desde el Musteriense (la cultura material asociada a los Neandertales europeos). También se trabaja la piel animal (de nuevo, desde el Musteriense como mínimo) para la confección de abrigos y refugios.
Y, por último, hay otros usos probables, pero que no dejan evidencias en los registros arqueológicos de esa antiguedad: Por ejemplo, el uso de tendones y tripas (para realizar atados y sujecciones varias), o el recurso a la grasa medular con fines no alimenticios: bien como aislante corporal, o bien como combustible, para la iluminación artificial.
Puntas enmangadas con sujecciones de tripa seca
(realizadas por el paleo-artesano Triballica)
Si dejamos por un momento de pensar en lo que aporta la caza, y pasamos a valorar lo que requiere, esa actividad se revela como un criterio central en la organización de la movilidad de los grupos, y en la gestión del territorio. Desde luego, no es el único aspecto importante, ya que la recolección de otros recursos (líticos, vegetales) y las necesidades puramente sociales (interacciones familiares, clánicas, tribales...) también influyen en la organización de la movilidad. Pero no cabe duda de que, a pesar de ello, la caza sigue siendo un elemento decisivo.
La etnografía de cazadores-recolectores actuales y sub-actuales muestra cómo -a menudo- las necesidades de la caza (entendida como obtención de recursos animales) determinan cómo se organiza el trabajo en esas sociedades. Esto es particularmente cierto en las poblaciones árticas y sub-árticas: La caza condiciona el tamaño de los grupos, cómo se unen o se separan en agrupaciones más pequeñas a lo largo del año, cuantos kilómetros se desplazan y qué territorios cubren, etc.
Para ir cerrando esta disgresión sobre la arqueozoología, quiero insistir en que el estudio de los restos óseos de los animales tiene un enorme potencial explicativo. Según mi criterio, hacen falta más especialistas y más trabajos arqueozoológicos, como el artículo que nos ocupa.
Sin embargo, reconozco esta no es un petición sencilla de satisfacer: un buen arqueozoólogo debe tener amplios conocimientos de paleontología, biología/etología y antropología/arqueología, como mínimo, para hacer bien su trabajo... Es difícil conseguir especialistas con conocimientos tan variados y, a la vez, tan especializados, pero.... ¡por pedir que no quede!
El trabajo de W. Rendu estudia los comportamientos de los grupos neandertales que habitaron en el abrigo rocoso de Pech-de-l'Azé I. Ese yacimiento forma parte de un conjunto de cavidades con depósitos arqueológicos, que están situados en dicha localidad del suroeste de Francia. Los abrigos (I a IV) son conocidos desde finales del siglo XIX y han sido excavados en varias ocasiones.
Situación del yacimiento en el mapa de Europa (a partir de W. Rendu, 2010)
En concreto, el abrigo de Pech-de-l'Azé I ha sido re-excavado en un reciente proyecto de investigación sobre el Musteriense de esa región, dirigido por Marie Soressi. El trabajo de William Rendu aprovecha los resultados de dicha excavación.
Gracias a una metodología más desarrollada y cuidadosa que la utilizada en las intervenciones antiguas, la excavación de Soressi permitió una recogida exhaustiva de todos los restos de fauna. El estudio de esos restos, junto con todas las evidencias conservadas de excavaciones anteriores, ha permitido al autor estudiar los comportamientos de los Neandertales en relación a la caza y consumo de animales.
En este punto, mencionaré que los trabajos de Soressi en la zona donde se sitúa Pech-de-l'Azé son de gran interés para estudiar el cambio histórico en las sociedades Neandertales. En concreto, y para esa región, la investigadora propone una evolución en la organización económica en la parte final del Musteriense (Soressi, 2002).
Dicho cambio se refleja en el registro, en el paso de un Musteriense de Tradición Achelense (MTA) Tipo A, al llamado Musteriense de Tradición Achelense Tipo B. Se trata de dos sistemas de organización de la industria lítica, que están dentro de las mismas tradiciones técnicas pero presentan diferencias significativas.
En concreto, el MTA Tipo A se distingue por la producción de abundantes bifaces, muy estandarizados en su forma y dimensiones. En Pech-de-L'azé I esa "facies" aparece en el nivel 4, el más antiguo de los estratos con ocupación humana. Además de los bifaces, hay otros rasgos interesantes: En las materias primas líticas conviven materiales importados y locales; y se aportan y utilizan abundantes pigmentos minerales (manganesos).
En cuanto al MTA Tipo B, supone una reducción importante en el número de bifaces, que pasan a ser un tema menor en la industria de piedra. Además, las materias primas pasan a ser de origen más bien local, con menos materiales importados. En Pech-de-l'Azé I esta "facies" aparece en los niveles 6 y 7 (que son los otros dos estratos con presencia neandertal). En esos niveles se documentan los rasgos típicos de la "facies" cultural. Y, por otro lado, desaparece el transporte y uso de pigmentos de manganeso, tan abundantes en el nivel 4.
La interpretación regional de Marie Soressi es la siguiente: dentro del MTA, el paso del Tipo A al Tipo B refleja un cambio económico de calado en una sociedad inmersa dentro de una cierta tradición técnica.
Ilustración de la síntesis de M. Soressi para explicar
el desarrollo del MTA (A y B). El original aquí.
Ese cambio sería el tránsito de una economía basada en la movilidad logística a otra basada en la movilidad residencial. Con estos términos Soressi se refiere a dos estrategias definidas por el antropólogo y arqueólogo Lewis R. Binford, a partir de sus estudios etnográficos (Binford, 1980).
A grandes rasgos, la movilidad residencial implica aportar los recursos a campamentos base, de manera que estos sólo se abandonan cuando los citados recursos se agotan en el ámbito inmediato. Esa estrategia presupone, por lo tanto, una relativa abundancia de recursos, y cierta homogeneidad en su distribución en el territorio.
En cuanto a la movilidad logística, según Binford se basa en el aprovechamiento de recursos que están desigualmente distibuídos en el tiempo y en el espacio (por ejemplo, migraciones de grandes manadas de ungulados). En este modelo los campamentos se sitúan próximos a los lugares y momentos en que los recursos son más abundantes.
A pesar de los obvios parecidos entre ambas estrategias, la duración de las ocupaciones y las distancias recorridas en cada modelo suelen ser muy diferentes. Y también lo son otros aspectos, como el tamaño de los grupos a lo largo del ciclo anual, o las necesidades de materia prima, alimento y utillaje que se presentan en cada estación.
Volviendo al MTA, tal y cómo propone Soressi, los bifaces y la aportación de materias primas importadas (Tipo A) encajarían bien con la estrategia logística, mientras que los cambios en el MTA Tipo B estarían en la linea de un cambio hacia una movilidad de tipo residencial .
La caza y el aprovechamiento de los ciervos en Pech-de-l'Azé I
Me he entretenido en explicar los planteamientos de Soressi porque son importantes para entender las conclusiones y propuestas explicativas de Rendu. Volvamos ahora al trabajo de este autor.
En el artículo que nos ocupa, "Hunting Behavior and Neanderthal adaptability in the Late Pleistocene site of Pech-de-l'Azé", Rendu aborda un estudio que combina varias técnicas y enfoques de alto valor informativo. Esos enfoques son: estudio de la tafonomía del depósito, análisis arqueozoológico del transporte y consumo de los animales, determinación de perfiles de población, y, por último, "esqueletocronología" (determinación del momento de la muerte de los animales, a partir de los restos esqueléticos de huesos, dientes y astas).
Un dato conocido previamente, por los estudios paleontológicos de excavaciones anteriores en el yacimiento, es que la fauna de Pech-de-l'Azé I está dominada por el ciervo (Cervus elaphus), seguido del bisonte (Bison priscus), y por otros ungulados en número mucho menor. Además, parece que no hubo cambios ambientales importantes entre los tres niveles estudiados (4, 6 y 7). En ese sentido, el trabajo que nos ocupa no hace sino constatar los hechos ya conocidos.
Cervus elaphus: ciervo rojo o venado.
El primer resultado original del análisis de Rendú es demostrar que las muestras de fauna son de origen antrópico. Es decir, que otros agentes (como los carnívoros, trampas naturales, etc) no tuvieron una influencia apreciable en la acumulación de huesos de los tres estratos estudiados.
Esta afirmación se infiere de la práctica ausencia de huellas de carnívoros y de restos de dichos animales. Y también de la hiper-abundancia de huellas antrópicas (hechas por los Neandertales, en este caso) sobre los huesos de fauna.
En cuanto al transporte y aprovechamiento de los animales, el estudio de Rendu afirma que hay una correlación clara entre las partes del animal que aparecen con mayor frecuencia, y la cantidad de médula ósea que tienen esos huesos en su interior.
A partir de ese dato, el autor propone que hubo un transporte diferencial de dichas partes del esqueleto, a causa del "valor" en grasa medular de esos huesos en particular.
Esto tiene bastante lógica, ya que al "preparar" un animal en el lugar de abatimiento ("kill site") se debe decidir qué parte se transporta y cual no. Pero también hay que decidir si se toman sólo los paquetes musculares o se carga con piezas con el hueso incluído. El criterio de la cantidad de médula ósea, que tiene un impacto importante en la dieta, es por tanto, bastante razonable. Creo que es muy probable que fuera tenido en cuenta por los Neandertales.
Sin embargo tengo dos críticas a esta parte del trabajo. Por una parte, el propio estudio también muestra que hay una correlación bastante alta entre la densidad de los huesos y los elementos presentes en la muestra.
Eso podría indicar que se han destruido por procesos tafonómicos los huesos menos densos: es decir, puede ser que ciertos huesos que fueron llevados al yacimiento en origen, no sobrevivieron a más de 40 milenios de procesos físico-químicos. Es cierto que Rendu menciona esta posibilidad, pero pasa por ella de puntillas. Si realmente no cree que el sesgo de la conservación comprometa la validez de la muestra, debería razonarlo.
El otro punto que me hace dudar se refiere a las esquirlas y los restos "no determinables". O mejor dicho, a su aparente ausencia de la explicación.
Me explico: En los conjuntos óseos de los yacimientos pleistocenos -al menos, los que yo he estudiado- además de los huesos cuyo origen (parte anatómica y especie) se puede reconocer, hay una gran cantidad de pequeños fragmentos "no determinables". En algunos casos, dichos restos pueden llegar a constituir (en terminos de "masa") la mayor parte de la fauna del nivel.
En general, estos restos son ignorados en los estudios arqueozoológicos y paleontológicos. Y esto es bastante problemático: al no ser tenidos en cuenta, pueden pasarse por alto importantes sesgos en la representación anatómica y de especies animales.
Por ejemplo, supongamos que una parte de los huesos es reducida de foma intencional a pequeños fragmentos "no determinables". Un motivo para ello puede ser el siguiente: entre los restos aportados estaban ciertas partes del animal ricas en grasa medular de difícil acceso: epífisis, huesos articulares, costillas, vértebras, y huesos planos con tejido esponjoso.
La grasa de esos huesos es, como digo, bastante difícil de obtener: requiere procesos muy intensos de fragmentación, junto con otros mecanismos como cocciones, etc...
En ese sentido, hay documentados etnográficamente distintos procesos para obtener la grasa medular, que en general implican la fragmentación de los huesos en pequeños trozos para hacer con ellos un "caldo de hueso".
Lo que quiero decir es que, hipotéticamente, en un yacimiento del Pleistoceno, podrían estar las epífisis, huesos articulares, costillas, vértebras, huesos planos... pero pasar desapercibidos para el arqueozoólogo, porque han sido reducidos a pequeños fragmentos... que no se estudian.
Todo eso puede devenir en un sesgo importantísimo, que oculta realidades completamente distintas a las que se infieren del estudio los huesos determinados.
Por todo esto, pienso que un trabajo arqueozoológico queda un poco "cojo", si no se intenta al menos cuantificar y clasificar esos pequeños fragmentos.
Aunque está claro que los pequeños trozos de hueso no se pueden estudiar con tanto detalle cómo los grandes restos, si se pueden buscar otras estrategias de análisis: Una primera sugerencia sería separarlos en categorías: Por ejemplo, se pueden separar por un lado aquellos que presentan "tejido cortical", proveniente de la caña de los huesos largos, y por otro los restos con tejido "esponjoso" (también llamado canceloso o trabecular, que se halla en epífisis, articulaciones, etc).
Por otra parte, se puede estudiar el grado de fragmentación (agrupándolos por tamaños, y analizando los tipos de fractura que presentan). Y, otra idea, se pueden documentar las alteraciones que presentan (por ejemplo: ¿está el fragmento quemado o alterado por el calor?).
En este punto, me gustaría aclarar que todo lo dicho no significa que no acepte el análisis de Rendu. Ni que piense que su trabajo es erróneo.
En realidad, es posible que los fragmentos "no determinables", en estos niveles de Pech-de-l'Azé I, sean poco abundantes o poco significativos. Pero, si ese es el caso, realmente creo que debería explicarlo en el artículo. Porque lo que sucede es que, al no aparecer ninguna referencia explícita a las esquirlas y fragmentos "no determinables", se generan ciertas dudas -creo que razonables- sobre esa parte de su trabajo.
Volviendo a la ennumeración de los resultados del estudio, la siguiente aportación de Rendú es la representación de edades y sexos (poblaciones animales) a partir los restos de ungulados. Esa parte va unida al estudio de la "esqueletocronología". Estas líneas de análisis son, sin duda, lo mejor del artículo.
El autor se centra, a partir de este punto, en el estudio de los ciervos, y utiliza varias técnicas complementarias (estudio de crecimiento de huesos y astas, erupción de dientes, desarrollo del esmalte dental) para aproximarse a la población cazada (edades y sexos) y a la época del año en que fueron abatidos. Los resultados le permiten proponer cambios importantes a lo largo de los tres niveles arqueológicos.
En el nivel 4, el más antiguo, se cazan machos y hembras, con edades que representan a toda la población, y se abaten a lo largo de todo el año, con una concentración importante en primavera. En el nivel 6, se cazan sobre todo hembras, también de edades que representan a toda la población, y que son abatidas a lo largo la primavera y la primera mitad del verano. Y, por último, en el nivel 7 hay un cambio total de los perfiles: Se cazan machos, basicamente en edad reproductora, abatidos al final de la estación cálida (finales del verano y comienzos del otoño).
Extrapolando estos datos a la etología de los ciervos, Rendú explica que la caza en el nivel 4 puede interpretarse en dos sentidos: O bien es una caza "no selectiva" a lo largo de todo el año (con un "pico" al inicio de la estación cálida), o bien se trata de un palimpsesto que refleja varias estrategias de caza, en varias estaciones del año, superpuestas en un mismo nivel arqueológico.
En el nivel 6 la organización de la caza se centra -según el autor- en los rebaños de hembras, que tras la época de parto están biológicamente debilitadas y tienen una movilidad más predecible y reducida, a causa de la atención que requieren los cervatos.
Por fin, en el nivel 7, la organización de la caza da un giro importante: Se abaten machos, que probablemente están debilitados tras la berrea y el apareamiento, a finales del verano y en otoño.
Todos esos cambios llevan al autor a enunciar un interesante problema interpretativo: Los cambios en las estrategias de caza, entre niveles, difícilmente pueden explicarse por el cambio del MTA Tipo A al MTA Tipo B (es decir, el paso de una movilidad logística a otra residencial).
En concreto, Rendu destaca que el cambio radical en los objetivos de la caza, entre el nivel 6 y el nivel 7, se corresponde con una continuidad casi total en las industrias líticas (MTA Tipo B).
Para resolver ese problema, Rendu propone una explicación que integra lo local en procesos de cambio más generales. Un hecho comprobado (por los estudios geológicos y estrátigráficos) es que el espacio disponible en Pech-de-l'Azé I, para el hábitat doméstico, se va haciendo menor a lo largo del Pleistoceno. Esto se debe a la caída de bloques de la visera rocosa.
Así, la zona "útil", donde asentarse, es menor en el nivel 6 con respecto al nivel 4. Y se vuelve todavía más pequeña en el nivel 7. Eso, según Rendú, limita el tamaño del grupo que puede habitar el abrigo en cada momento, y por ello cambia el uso que se le dá, en función del espacio disponible. Así, un lugar de ocupación más o menos estable, prolongado en el tiempo o frecuentado en varias estaciones (nivel 4), pasa a ser un lugar de habitación utilizado sólo en la primera parte de la estación cálida, de principios de la primavera a mediados del verano (nivel 6). Y finalmente, se convierte en un alto de caza para grupos pequeños, que abaten ciervos machos al final del verano y comienzos del otoño.
Cuadro-resumen de la propuesta de interpretación
de Rendu (2010) para el registro de Pech-de-l'Azé I
Esos cambios en el uso del espacio, según el autor, documentan la flexibilidad, las capacidades de planificación y gestión de espacio (el doméstico y el territorial) de los Neandertales; Y, sobre todo, su excelente adaptación al medioambiente Pleistoceno.
Balance final
Como balance final, diría que el trabajo de William Rendú es un estudio completo, coherente y valioso para la disciplina. Destaca por integrar la esqueletocronología y la etología (comportamiento) de los animales, con el análisis de la organización económica de los grupos neandertales.
Aunque es cierto que encontré algunas carencias, en general me parece un buen artículo. Además, pertenece a un campo en el que los trabajos son relativamente escasos; y los buenos trabajos, aún más escasos. Viendo el enorme potencial de la arqueozoología para avanzar en el conocimiento de las sociedades prehistóricas, resulta evidente que debemos trabajar para corregir esa escasez.
Referencia de Research Blogging:
Rendu, W. (2010). Hunting behavior and Neanderthal adaptability in the Late Pleistocene site of Pech-de-l'Azé I Journal of Archaeological Science, 37 (8), 1798-1810 DOI: 10.1016/j.jas.2010.01.037
Bibligrafía adicional
Soressi, M. (2002): Le Moustérien de tradition acheuléenne du sud-ouest de la France. Discussion sur la signification du faciès à partir de l’étude comparée de quatre sites : Pech-de-l’Azé I, Le Moustier, La Rochette et la Grotte XVI. Thèse de l’Université Bordeaux I, 339 pp. [pdf con imágenes de baja resolución (6 MB)] [pdf con imágenes de alta resolución (36 MB)]
Binford, L. R. (1980): "Willow Smoke and Dogs' Tails: Hunter-Gatherer Settlement Systems and Archaeological Site Formation". American Antiquity, Vol. 45, No. 1 (Jan., 1980), pp. 4-20. URL estable.
Hola Millán!
ResponderEliminarFelicidades por el post, es de lo más interesante que he leído últimamente, requería un poco de tiempo para centrarse en la lectura.
La verdad es que es un tema un poco complejo, ya que las conclusiones de Soressi y Rendu entran en contradicción, o lo que es lo mismo, la evidencia arqueológica y la fauna.
Es muy importante como has explicado muy claramente en el post, el análisis de los restos de los animales asociados al yacimiento, lo que ocurre es que es difícil aunar este estudio con la evidencia arqueológica para extraer una conclusión clara, en mi opinión.
Me gustaría comentarte algunas cosas al respecto, algunas dudas o ideas, etc...me gustaría conocer tu opinión.
Las conclusiones de Rendu no tienen en cuenta el predominio de materia prima local en los niveles 6 y 7, evidencia que entra en contradicción con la conclusión de Soressi.
Me parece más lógico tomar como referencia el predominio de materia prima local como síntoma de un cierto “sedentarismo” o estrategia basada en la movilidad residencial que el cambio de estrategia en la caza.
En mi opinión, la escasez de fauna o ausencia en el nivel 6 y 7 en otoño e invierno puede indicar que en estos meses tan duros se reduzcan las partidas de caza y se tome una dieta alternativa a base de vegetales, animales de pequeño tamaño como roedores, o incluso la pesca.
En el post he leído que es posible que los huesos pequeños no hayan resistido el paso del tiempo y no tengamos evidencias, por lo que no hay que descartar esta posibilidad.
Es posible que, al mismo tiempo que aparece la transición al MTA Tipo B se den cambios o innovaciones como la cocción de los vegetales, que permite no tener la necesidad imperiosa de salir a cazar tan a menudo, y por consiguiente una mejora en la “calidad de vida”. También podían haber asado los vegetales en planchas de piedra, que ya se han encontrado, creo que en el mismo yacimiento de Pech del Aze, y no sólo tenían por qué haber sido usadas para asar carne, sino también para las verduras, el pescado o estos animales pequeños como roedores que no dejan evidencias en el registro fósil.
Me refiero a la cocción porque hace poco salió un estudio cuya conclusión era que los neandertales cocían los vegetales, por lo que es posible que la importancia de éstos en la dieta fuera más importante de lo que parecía en un principio, máxime si ya habían desarrollado esta técnica.
La economía de las poblaciones neandertales puede ser más diversificada de lo que creemos y esta diversificación haya sido fruto de un proceso gradual que culmina en los niveles 6 y 7 (en esta época o en estas fechas). Si hay otras cosas que comer, ¿para qué salir o para qué organizar grandes partidas de caza en invierno?
En cuanto a la explicación de Rendu de la reducción del espacio disponible para explicar el abandono de los campamentos base de forma permanente, no tiene tendría por qué ser así. En esta zona hay más abrigos rocosos, es posible que se un gran grupo se escindiera en pequeños subgrupos y cada uno de ellos habite una cavidad.
Si el análisis de la fauna revela una caza durante todo el año en el nivel 4, tenemos que asumir una tradición muy prolongada en el tiempo de apego a un lugar donde vivir; por qué renunciar a este lugar ancestral sólo porque el espacio sea más pequeño? Yo creo que sería viable una división del grupo y seguir habitando la misma zona. Al igual que hoy en día, es posible que estas gentes sintieran como suyo esos abrigos rocosos.
Saludos!!
Hola David
ResponderEliminarGracias por tus extensos y concienzudos comentarios. Perdona que no los haya respondido antes, he estado con la tipica gripe invernal.
>>>difícil aunar este estudio con la evidencia arqueológica<<<
Creo que una parte importante que hay que cambiar es considerar a todos esos restos de animales como restos _arqueológicos_ desde todos los puntos de vista. Es decir, no separar rastos de fauna y restos arqueológicos (una vez demostrado su origen antrópico, se entiende. Y) considerarlos basica y fundamentalmente como otros restos más de actividades humanas (como la lítica, las hogueras y carbones, etc...) con potencial para informar -específicamente- sobre comportamientos económicos y sociales. El enfoque paleontológico, paleoambiental, etc son importantes, pero en todo caso como una parte de una estructura de investigación que parta de la necesidad de comprender esos restos actividades, captación de recursos, organización etc...
Yo no creo que Rendu y Soressi entren en -mucha- contradicción: para el primero, los resultados de la segunda no explican los cambios en la fauna a nivel local de Pech-de-l'Azé I, y por eso propone explicaciones locales que serían -grosso modo- compatibles con los procesos generales de transición del MTA A al B.
Creo que la explicación de Rendu es más una hipotesis bien traída, y no una respuesta definitiva, desde luego. Los datos son muy limitados, en número de restos y sobre todo, de individuos determinados por edad y sexo. Por esa razón digo que me parece mejor dejarlo en "hipótesis", pero como digo me parece una propueta coherente para los datos que tiene.
>>>síntoma de un cierto “sedentarismo” o estrategia basada en la movilidad residencial que el cambio de estrategia en la caza.<<<
Lo que pasa es que el modelo de movilidad logística vs residencial no se traduce en realidad en sedentarismo vs. más nomadismo, al menos no en términos directos.
La movilidad logística es más bien una planificación basada en la distribución irregular de recursos en el tiempo y en el espacio, lo que supone que -estacionalmente- los grupos se mueven a campamentos "logísticos", por lo general grandes, pero de duración muy variable (de unos días a unos meses) donde se llevan a cabo tareas más o menos especializadas. Por ejemplo, un alto de caza en un paso estacional de grandes manadas de ungulados, con estructuras para la caza de interceptación, secaderos, viviendas, etc. O, por ejemplo, un poblado de reagrupación, ocupado estacionalmente para aprovechar la llegada de los salmones a desovar en las cabeceras de los ríos, la cria de las focas, etc.
El otro modelo, el de movilidad residencial, se refiere auna situación en la que los recursos explotados tienen una distribución más ubicua en el territorio, no se concentran en determinados momentos y lugares. Eso significa que los grupos pueden distribuirse de forma más o menos homogénea por el territorio, y explotar una zona hasta que es necesario moverse a otra para evitar el agotamiento local de los recursos.
Para complicar esto un poco más, de hecho ambas estrategias son perfectamente compatibles y se pueden dar a la vez. Y es más propio hablar de una estrategia MÁS logística o MÁS residencial _en conjunto. Sendas estrategias, en estado puro o cuasi puro son más la excepción que la regla.
(sigue)
David>>>En mi opinión, la escasez de fauna o ausencia en el nivel 6 y 7 en otoño e invierno puede indicar que en estos meses tan duros se reduzcan las partidas de caza y se tome una dieta alternativa a base de vegetales, animales de pequeño tamaño como roedores, o incluso la pesca.<<<
ResponderEliminarHumm, no se. La pesca no parece ser un recurso muy explotado en el P. medio (aunque hay casos notables, como en Cueva Millán, Burgos), los vegetales escasean tb. en invierno, y la caza no es imposible). Lo que pasa es que no deja de ser una evidencia negativa: es decir, si no hay evidencia de que se caza en invierno allí, en Pech-de-l'Aze I... que es más prudente ¿asumir que no se caza?¿o asumir que se caza y no quedan restos? Yo me inclino -con dudas- por la primera, más que nada porque en la segunda entramos en cuestiones demasiado especulativas... pero en todo caso hay bastante ambivalencia.
>>>Yo creo que sería viable una división del grupo y seguir habitando la misma zona.<<<
Yo tb. lo creo, lo que no entiendo es porque crees que eso no es compatible con las conclusiones de Rendu.
Una vez más, gracias por los comentarios.
Saludos Millán!!
ResponderEliminarParece que me he empeñado en "enemistar" a Soressi y Rendu.:)
Había interpretado la conclusión de Soressi como que es en el nivel 6 y 7 cuando se da una ocupación más prolongada en el yacimiento debido al predominio de materia prima local, mientras que Rendu propone que la ocupación más prolongada se da en el nivel 4 debido a que predominan los restos de fauna con evidencias de actuación antrópica.
A mi me sigue pareciendo que hay distintas conclusiones en función de las distintas evidencias estudiadas, pero creo que se debe a que he interpretado el estudio de Rendu como una corrección del de Soressi, en lugar de como un complemento.
Creo que he enfocado la lectura del artículo desde un punto de vista un poco "romántico" en relación a la movilidad de los grupos.
""Yo tb. lo creo, lo que no entiendo es porque crees que eso no es compatible con las conclusiones de Rendu. ""
La verdad es que tienes razón, había sido un poco radical en cuanto a la interpretaciópn del abandono del campamento base forma permanente, quizás con ese enfoque romántico de una posibilidad de "sedentarismo incipiente", sin tener en cuenta la realidad de estas sociedades y de su estrategia de dosificar los recursos y abandonar la zona temporalmente para no agotarlos.
Saludos!!
Enhorabuena por el post, me parece muy interesante.
ResponderEliminarComo puedo introducirme en la arqueozoologia, me parece una disciplina muy interesante, pero no hay cursos o algo relacionado?
respondiendo a anonimo:
ResponderEliminarLa arqueozoología, desde el punto de vista formativo, es más bien una especialización de postgrado. Los arqueozoologos se forman con una combinación de Master de posgrado (en Prehistoria y/o Arqueología), seminarios, cursos y reuniones científicas elegidas por su relevancia, y una importante dosis de entusiasmo autodidacta.
Esa formación se suele completar con la realización de una tesis doctoral sobre arqueozoología.
En España hay unas cuantas Universidades con laboratorios o unidades centradas en arqueozoología (ahora mismo me vienen a la mente la Universidad de Burgos, la Autonoma de Barcelona o la Autónoma de Madrid).
Los arqueozoologos vienen tanto de las ciencias "naturales" (con grados en biología/paleontología) como de las sociales (con grados en historia/arqueología/antropología), aunque yo diría que hay más de este segundo origen.