Binford es sin duda un autor polémico con una envidiable capacidad de analisis crítico. Se puede estar más o menos de acuerdo con sus plantemientos de teoría y metódo, pero en mi opinión hay algo indiscutible: cuando Binford analiza la práctica arqueológica y los modos en que construimos el conocimiento, tiene una capacidad impresionante para ver fallas en los razonamientos, asunciones "a priori", y lugares comunes de la disciplina.
Mis lecturas de teoría arqueológica me han devuelto estos días a las páginas de un libro clásico del Binford, su primera obra editada en castellano.
Me refiero a En busca del pasado (In Pursuit of the Past. Decoding the Archaeological Record).
Es una obra muy recomendable, indispensable para todo estudiante que tenga interés en la práctica de la Arqueología, y una lectura bastante accesible para el público no especializado. Pero más allá de la recomendación bibliográfica, quería tratar una cuestión concreta: Me refiero a la plena vigencia que tienen hoy muchos de los consejos y reflexiones de Binford, para la práctica de la arqueología y la construcción del conocimiento sobre el pasado. Hoy trataré sólo un tema, una breve pincelada que me parece interesante para el estudio de las sociedades neandertales.
En el primer capítulo del libro, al reflexionar sobre qué sabemos realmente del comportamiento de los homínidos de hace dos millones de años, Binford nos dice:
"...es extremadamente importante poseer algún tipo de información acerca de los rasgos fundamentales de la conducta de nuestros antepasados más antiguos. Tenemos sus huesos, naturalmente, es decir, los fósiles de los hombres más remotos, algunos de ellos con una antiguedad que oscila entre 3 y 6 millones de años. Pero ¿cuando empezó el comportamiento típico, el único significativo para usted y para mi, como miembros que somos de la misma especie? La respuesta es simplemente que no lo sabemos. Conocemos cuando se produjeron los cambios en la capacidad craneana, en el tamaño de nuestro cuerpo y en la forma de nuestra pelvis; sin embargo todavía ignoramos en qué momento el hombre empezó a usar el lenguaje, cuándo empezó a vivir en pequeñas familias monógamas o a compartir el alimento entre adultos..."
Este simple párrafo me ha llamado poderosamente la atención. En primer lugar porque,en buena medida, 27 años después de ser escrito, nuestras lagunas siguen siendo enormes en esos temas: Lenguaje, organización grupal, relaciones sociales, etc. Y en segundo lugar, me ha traido a la mente una anécdota que no me resisto a contar:
Hará unos cuatro o cinco años, en una campaña de excavación en el yacimiento de Axlor (Dima, Bizkaia), coincidí en una cena con Laurence Bourguignon, arqueóloga y prehistoriadora francesa, y Asier Gómez Olivencia, paleontólogo y paleoantropólogo español.
Entre ambos investigadores hubo una discusión, iniciada por Laurence, sobre el siguiente tema: qué nos dicen los huesos humanos del ser humano, insistiendo ella en que "apenas nada". Esta idea se completaba con otra: Frente a los restos anatómicos, los restos arqueologicos de la cultura material tienen un enorme potencial para reconstruir el comportamiento. Y ese hecho es, a menudo, ignorado por los paleontólogos y paleoantropólogos.
La diferencia de edad y condición (siendo Laurence algo mayor, doctora e investigadora establecida, además de una visitante invitada al yacimiento, y Asier solo un doctorando, parte del equipo de excavación) hicieron la discusión un tanto asimétrica y unidireccional. Debo decir que, pese a todo, Asier soportó la diatriba de Laurence con gran presencia de ánimo y la discusión termino en términos perfectamente amistosos.
Pero más allá de la anéctoda (en la que Asier no tuvo la oportunidad de ofrecer otro punto de vista), la discusión enlaza plenamente con la cita de Binford, y se refiere a una cuestión importante: La participación de la arqueología en los modelos para explicar el pasado remoto de la humanidad. Dicha cuestión ha condicionado, desde los inicios de la investigación en Prehistoria, las explicaciones del pasado. Y, lo que nos interesa más, ha sesgado los modelos propuestos para las sociedades neandertales.
A pesar de lo convincente que puede resultar Laurence, yo creo que los huesos humanos sí son informativos, de muchísismos aspectos relevantes para la investigación del pasado. En determinados temas, pueden ofrecer además información sobre el comportamiento cultural de los seres humanos (paleopatologías, dieta...).
Pero, por otro lado, sigue habiendo dos argumentos de peso a su favor, en el debate::
En primer lugar, es obvio que la arqueología está plenamente capacitada para abordar las cuestiones relacionadas con el comportamiento, las actividades reales y efectivas que las sociedades humanas del pasado llevaron a cabo. Eso no significa que dichas actividades sean obvias por sí, evidentes en el registro (a menudo no es así, y es necesaria una importante labor de análisis e interpretación).
Y en segundo lugar, es inegable que, desde M. Boule hasta la actualidad, las observaciones hechas (con mayor o menor fortuna) sobre los restos anatómicos han primado frente a las evidencias arqueológicas. De esa manera, la contribución de unas y otras observaciones a los modelos sobre las sociedades del pasado han sido profundamente asimétricas.
En el caso de los homínidos africanos, se puede argumentar que el modelo "africano" de investigación paleoantropológica ha condicionado la ausencia de la arqueología (escasas excavaciones, de extensión limitada; y poca atención en los proyectos de investigación hacia el material cultural, frente a los restos osteológicos humanos).
Hadar, Etiopía
O, dicho de otro modo, buena parte de esa información ha sido sistemáticamente ignorada, en determinados ámbitos intelectuales, frente a la información paleoantropológica (osteológica o de otro tipo). De ese modo, se han construido toda una serie de modelos para las sociedades neandertales, a lo largo del siglo XX. Y dichos modelos, con demasiada frecuencia, no han tenido en cuenta el conocimiento que la arqueología aportaba, en esos mismos años, sobre los neandertales.
Yo no me siento capaz de juzgar quién es el culpable de esa situación, o siquiera si existen dichos culpables. No sabría decir si los arqueólogos y prehistoriadores no han sabido encajar sus datos con los grandes modelos explicativos; o si estos han sido ignorados por la paleoantropología y los estudios de evolución humana.
Tampoco puedo asegurar que se trate (o no) de una cuestión académico-nacional, aunque el grueso de los yacimientos neandertales son de la Europa continental (y sobre todo de Francia), mientras que casi todos los grandes modelos explicativos han sido formulados en el ámbito anglosajón (EE.UU. y GB).
Como digo, no tengo respuestas a esas preguntas, pero sí puedo decir que existe un gran sesgo, en cuanto al peso de la información arqueológica en la reconstrucción del pasado prehistórico. Y creo que es algo en lo que debemos insistir en el futuro, para corregirlo.
En ese sentido, es justo señalar que se han dado pasos importantes desde comienzos de los años 90: En África, se aprecian cambios importantes en los modelos de investigación, junto con la generalización de excavaciones, cada vez con mejor metodología arqueológica. Y en cuanto a los Neandertales, hay una creciente presencia del registro arqueológico y de su interpretación, en los modelos para explicar sus sociedades, así como una mayor reflexión sobre el modo de construir el conocimiento del pasado.
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