martes, 24 de agosto de 2010

Industrias líticas y comportamiento: Aportaciones desde el Abric Romaní

ResearchBlogging.orgLa lítica, esa gran desconocida

Este post será denso y complejo, como corresponde a la revisión de un estudio sobre las industrias en piedra. Esa clase de trabajos son muy especializados y precisos, y están dotados de  un lenguaje propio y códigos interpretativos que no suelen estar al alcance de profanos.

A pesar de esos contras, creo el estudio de la industria lítica es esencial en la construcción del conocimiento sobre las sociedades neandertales y sobre la Prehistoria en general.

Por eso, me parece que vale la pena hacer un esfuerzo, tanto para explicar como para entender ese tipo de trabajos. Y, por la misma razón, trataré de utilizar un lenguaje accesible y, a la vez, no perder los matices que requiere el tema. No obstante, para el que necesite algo de contexto, recomiendo echar un vistazo a estos posts que realicé hace un tiempo, sobre las industrias de piedra de los neandertales.    

Los buenos trabajos son los que merece la pena criticar

El trabajo que voy a revisar a continuación es un artículo de reciente publicación (2008) realizado por Manuel Vaquero. Trata sobre la industria lítica del nivel L de Abric Romaní (Capellades, Barcelona). En sí mismo, es un buen ejemplo de síntesis sobre la industria en piedra de un determinado conjunto arqueológico. Pero además de explicar la lítica en sí, reflexiona sobre cómo se construye el conocimiento arqueológico, a partir de las evidencias (en este caso, de sílex y otras rocas talladas). Es ese segundo aspecto, en realidad, lo que hace a este trabajo realmente interesante, por la validez  y pertinencia de dicha reflexión.

 Ocupación neandertal en Abric Romaní nivel N (Vallverdú et al. 2010)

Insisto en este punto, porque, después de ofrecer una revisión del artículo, criticaré algunos aspectos que me parecen mejorables, o que quizás no se han terminado de enfocar de la mejor forma posible. Pero, a pesar de ello, no querria dar la impresión de que éste es un estudio poco o mal trabajado. Al contrario, es de lo mejor que he podido leer en bastante tiempo.

Entrando en materia...

El trabajo de Vaquero, publicado en el Journal of Archaeological Science, realiza una reflexión interesante, sobre cómo actuamos los arqueólogos y prehistoriadores para construir nuestros modelos del pasado. Para ello, el autor analiza determinados aspectos de la industria lítica del nivel L de Abric Romaní.

Vaquero plantea una cuestión general como punto de partida: En arqueología han cobrado gran importancia los -así llamados- patrones de comportamiento humano. Se refiere, más o menos, al conjunto de actividades realizadas por las personas (en nuestro caso, por los cazadores-recolectores del Pleistoceno), y también a las decisiones que llevan implícitas esas acciones.

Esos patrones de comportamiento son importantes, según explica Vaquero (y como también sabrán los lectores habituales de este blog) porque permiten hacer inferencias sobre la complejidad y la variabilidad de las actividades humanas. Y esas características, complejidad y variabilidad, son muy buscadas en el registro de los homínidos llamados "arcaicos"(como los neandertales). Son, por tanto, un foco de interés de la investigación actual.

El problema, según Vaquero, es que el modelo usado para analizar esos patrones, en la arqueología prehistórica, se basa en niveles o estratos arqueológicos. Y, según explica, esos estratos son casi siempre palimpsestos geo-arqueológicos: Son sucesiones de diferentes eventos, que se han ido sumando a lo largo de siglos o milenios mientras se formaban los estratos por acumulación de sedimento (tierra). Y esos eventos "humanos", en general, no se pueden individualizar en el conjunto sedimentario.

Entonces, si se acepta que aquellos eventos individuales (que no se distinguen en los estratos) son los únicos que permiten reconstruir el comportamiento humano, la conclusión debe ser, según explica el autor, que los niveles arqueológicos no son una unidad válida en el análisis de dicho comportamiento.

"Romper con la tiranía de la estratigrafía"

Insistamos un poco en este punto: Los estratos son acumulaciones naturales en las que se superponen eventos de origen humano. Los eventos reflejan acciones concretas, pero eso es irrelevante, porque no se pueden abordar de forma individual. Además, los estatos y niveles suelen corresponder a escalas de tiempo amplias (siglos o milenios) y bastante imprecisas. Por eso Vaquero defiende la necesidad de:
  1. Romper con la idea de que un nivel o estrato es una unidad que se puede tratar como un "conjunto homogéneo", que representa un comportamiento humano "medio" para los eventos contenidos en el estrato.
  2. Buscar elementos alternativos que permitan abordar el comportamiento humano. 
En el texto del artículo, Vaquero defiende esta postura hablando de "romper con la tiranía de la estratigrafía".

Agrupaciones espaciales, nivel L (Vaquero, 2008)

Para demostrar la validad de su crítica, propone el caso de estudio de las industrias de piedra tallada (sobre todo en sílex) del nivel L de Abric Romaní. Gracias a las características excepcionales de ese yacimiento  neandertal, se han podido individualizar en el nivel L cuatro eventos, a partir de otras tantas acumulaciones de material. Al estudiar esos eventos, Vaquero encuentra que el resultado es muy diferente si se estudian las acumulaciones por separado o si, por otro lado, se analiza el conjunto del material, sin tener en cuenta su distribución espacial.

 Dirección en las relaciones entre agrupaciones (Vaquero, 2008)

De este modo, encuentra varias diferencias decisivas: en uno de los eventos hay una aportación de abundante materia prima, que se talla en el sitio, y que en otro momento posterior (otro evento) se reaprovechará en otro lugar. En otras acumulaciones, sin embargo, sólo hay una aportación de instrumentos ya fabricados y lascas de formatos determinados, sin que haya evidencias de que fueran talladas allí. Según explica el autor, todas esas cuestiones quedarían desdibujadas en un estudio general de toda la industria lítica del nivel L. Y, por tanto, concluye que el estrato arqueológico no es una unidad válidad para el análisis.

Y ahora, los "peros"   

El trabajo de Vaquero es fantástico, pero voy a tratar de explicar porqué pienso que tiene algunas (muy pocas) "pequeñas trampas". Y, por otro lado, creo que algunas de sus afirmaciones más generales precisarían de cierta matización.

En cuanto a las "pequeñas trampas", un hecho me llama la atención. Por una parte, al analizar las acumulaciones individuales o eventos, Vaquero utiliza toda la información disponible: los remontajes (piezas líticas que encajan entre sí porque vienen de la misma secuencia de talla), el análisis de las materias primas, las coordenadas espaciales.

Todas esas informaciones se utilizan en un marco dinámico de interpretación, junto con la información tecnológica (sobre las fases o etapas de la talla de la piedra), y forman un conjunto coherente, que tiene en cuenta cómo interactúan todos esos aspectos. De ese modo, gracias a la calidad y resolución del registro, y también a un análisis adecuado y bastante completo, se obtiene una información valiosa y "de grano fino".

Sin embargo, cuando el autor considera el análisis de todo el nivel L, no tiene en cuenta que aquellos mismos aspectos pueden y deben ser estudiados en un análisis del conjunto: origen de la materia prima, remontados, etc. Quiero decir que, aún cuando no se dispusiera de información espacial precisa (discriminando eventos individuales), el resto de la información sí estaría disponible, y -aunque no fuera tan completa- seguiría aportando elementos relevantes de análisis. Y creo que esos elementos no serían, necesariamente, equívocos.

También puede que... falten algunas cosas

La otra "pequeña trampa" que encuentro es que Vaquero pasa de puntillas por cuestiones elementales: la industria lítica, en realidad, tiene un objetivo específico: sirve para proveer de un utillaje concreto al grupo. En otras palabras, los seres humanos tallan la piedra  para fabricar herramientas. Y esas herramientas son usadas en distintas tareas cotidianas.

Los útiles responden a unos objetivos funcionales, unos condicionamientos técnicos y, probablemente, unas tradiciones culturales (que pueden tener mayor o menor importancia). Por lo tanto, el apartado de la configuración del utillaje (por ejemplo, mediante el retoque), su mantenimiento, y su uso, son muy importantes para entender el comportamiento humano del pasado.

Esos aspectos se pueden estudiar en las muestras arqueológicas, y de hecho son una parte importante de los analisis líticos. En concreto, el uso se estudia a partir de los estigmas y desgastes microscópicos, mediante la traceología, que puede llegar a discriminar sobre que tipo de materia se trabajó: Hueso, madera, piel seca o fresca, materia vegetal blanda, etc... y la dirección e intensidad de los trabajos.

En cuanto a la configuración y mantenimiento se pueden estudiar mediante análisis tipológicos y tecnológicos. En el caso de los objetos retocados, por ejemplo, se puede analizar cómo se han configurado, o cómo se ha procedido a su reavivado y/o reciclado (mantenimiento). Esos procesos podrían ser también, hasta cierto punto, el tipo de eventos individuales a los que Vaquero se refiere en su trabajo. Y en el caso de las huellas de uso (traceológicas) sobre las herramientas, ese carácter de "eventos" individuales (uso del útil, sobre un tipo de materia concreta) también puede ser bastante claro.

Lo que quiero decir es que el trabajo de Vaquero no analiza determinados aspectos del nivel L, ni tampoco aplica los mismos análisis realizados en cada agrupación al conjunto de todo nivel. Por esas omisiones, no se puede juzgar si su conclusión final (que el estudio del conjunto del nivel desdibuja la información de cada evento) es tan inequívoca cómo se presenta en el artículo.      

Resumiendo (o intentándolo)...

Como valoración final, creo que es muy cierto que un nivel o estrato arqueológico no tiene una gran validez, por si mismo, como unidad real de análisis del comportamiento humano.  Pero esa afirmación es también matizable. En primer lugar, la estratigrafía sí es una herramienta indispensable para excavar, analizar y reconstruir la secuencia de procesos y acontecimientos que llevaron a la formación de un depósito, incluso si se trata de yacimientos excepcionales como Abric Romaní.

Además, es verdad que el estrato no puede ser la única unidad de análisis ni puede igualarse con una ocupación humana. Pero, aunque el trabajo de Vaquero da por hecho que la práctica habitual en la disciplina es considerar a los estratos sedimentarios como ocupaciones o unidades coherentes, de forma acrítica, eso no es realmente cierto.

La mayor parte de los arqueólogos saben (sabemos) lo que son y no son los estratos. Una prueba inequívoca de este hecho es que el grueso de las técnicas analíticas que utiliza Vaquero fueron desarrolladas por investigadores que buscaban, entre otros objetivos, superar esas limitaciones del estrato. Los remontajes, los análisis de cadenas operativas, el análisis espacial y de distribución, etc.... todos responden a la percepción de dichas limitaciones. Además, como explicaba arriba, se han desarrollado otras técnicas, que podrían ser relevantes para este mismo trabajo, pero no se hace referencia a ellas: análisis funcional o traceológico, análisis de la configuración y mantenimiento del utillaje, etc.

El nivel arqueológico no es la unidad ideal, desde luego, pero sí es un punto de partida y una unidad de referencia. En especial, en yacimientos que no reúnan las excepcionales características sedimentarias de Abric Romani. Los problemas de definición temporal deben ser abordados de manera dinámica y amplia, y es obvio que no son sencillos. Pero, dicho esto, no simpatizo con la idea de "librarse de la tiranía de la estratigrafía", porque el estrato es un excelente elemento de partida -que, por supuesto, no puede convertirse -de manera acrítica- en el objetivo final del proceso.  

...y cerrando el tema

Eso me lleva al elemento final de esta reflexión: Echo a faltar en este trabajo algo que, en mi opinión, le hubiera añadido todavía más interés. Me refiero a un esfuerzo adicional por utilizar la evidencia de Abric Romaní, con sus especiales circunstancias de conservación, y su gran detalle diacrónico, para fortalecer la inferencia en yacimientos menos excepcionales.

Es decir, que se usen los datos de Capellades para valorar y juzgar, comparativamente, qué técnicas y qué análisis son más valiosos a la hora de interpretar correctamente el registro, cuando no tienes distribuciones espaciales tan claras de material in situ, ni otros elementos de detalle sedimentario.

Referencia

Vaquero, M. (2008). The history of stones: behavioural inferences and temporal resolution of an archaeological assemblage from the Middle Palaeolithic Journal of Archaeological Science, 35 (12), 3178-3185 DOI: 10.1016/j.jas.2008.07.006

lunes, 16 de agosto de 2010

Cromañones no, gracias.

ResearchBlogging.org
Declaración de intenciones (No, este no será un post breve)

El término cromañón, o Cro-Magnon, se usa a menudo en divulgación y todavía aparece en algunos artículos científicos. Se suele recurrir a él para referirse a las poblaciones humanas que llegaron a Europa en algún momento de los inicios del Paleolítico superior, y que sustituyeron a las poblaciones neandertales.

En este post voy a recorrer la historia del término cromañón  y trataré de explicar porqué es preferible abandonarlo, en favor de otros como Humanos Anatómicamente Modernos (HAM). Es cierto que dichos términos, que pueden sustituir a "cromañon", suelen ser menos conocidos y más complejos. Pero también creo que son más apropiados y veraces, dado el estado actual de nuestro conocimiento científico del pasado.

Cráneo masculino de Cro-Magnon (dibujo científico de 1884)

El origen del término

Cro-Magnon es un topónimo, un nombre de lugar. Es una palabra de origen occitano, sobre cuyo significado exacto los linguistas no se ponen muy de acuerdo. Como topónimo, se refiere a un abrigo rocoso en Les-Eyzies-de-Tayac (Dordoña), una zona muy rica en yacimientos prehistóricos.

En ese abrigo de Cro-Magnon se encontraron en 1868, de forma más o menos fortuita (obreros limpiando un derrumbe) varios esqueletos humanos que parecían tener gran antiguedad. Los restos antropológicos fueron estudiados por las autoridades intelectuales de la época, junto con los materiales arqueológicos y paleontológicos recogidos a su alrededor (huesos de animales y herramientas de piedra). Louis Lartet se encargó de estudiar dichos materiales, y los adjudicó "grosso modo" a "L'epoque de Aurignac", es decir al Auriñaciense.

Zona de Les-Eyzes-de-Tayac donde se encuentra el abrigo de Cro-Magnon

De este modo, los fósiles de Cro-Magnon quedaron ligados, a partir de su unión con la industria Auriñaciense, a lo que se estaba definiendo como el inicio del Paleolítico superior. Es reseñable que ese inicio, más tarde, se identificaría con la llegada de los hombres "modernos" a Europa (en contraposición a humanos "arcaicos", como el Neandertal).


De manera paralela al estudio de L. Lartet, otro notable investigador, Paul Broca analizaba los restos humanos de Cro-Magnon. Broca describió los restos humanos en base a sus cráneos: con algunos rasgos arcaicos, como su robustez general, pero muy modernos en conjunto (forma de la calota, ausencia de prognatismo...). Dada la antiguedad y la cultura material con la que se asociaba, el tipo humano de Cro-Magnon pasó a ser considerado el ancestro de las poblaciones humanas modernas. Y también se instaló como el "tipo primigenio" según el cual debían medirse y clasificarse los fósiles humanos más recientes.

Antropología y racismo

La antropología y etnología de la época, que hoy reconocemos como racista e imbuida del espíritu de superioridad del Imperialismo europeo, no tardó en incluir el tipo Cro-Magnon en sus clasificaciones.

La taxonomía que dominaba en la época dividía a los humanos en varios tipos raciales como caucasoide, mongoloide, negroide... y estas razas se caracterizaban por rasgos físicos y psicológicos distintivos. De hecho unas eran consideradas intelectualmente superiores a las otras.

En 1874, a partir de los trabajos iniciales de Broca, otros dos investigadores (Hamy y Armand de Quatrefages) definieron una variedad racial humana prehistórica basada en Cro-Magnon. La situaron en la línea de los caucasoides, y por tanto antepasados de los europeos actuales. Otros fósiles humanos, descubiertos en la misma época, se asociaron a otras razas humanas distintas: Así, los restos de Grimaldi se consideraron negroides, y los de Chancelade mongoloides, etc.

De este modo, la raza Cro-Magnon se posicionó como la antepasada de la raza caucasoide, es decir, los europeos blancos. Se planteó que era, además, la población "moderna" primigenia del continente.

Enter the Neandertal

En la segunda mitad del S. XIX e inicios del S. XX también se fraguan los primeros modelos explicativos para los Neandertales. A lo largo de las décadas entre 1870 y 1910 se van a contraponer el Hombre de Cro-Magnon y el Hombre de Neandertal. Al principio se los vé como dos razas humanas, que discurren el paralelo.

Pero, a partir del descubrimiento y el (desafortunado) estudio del viejo de la Chapelle-aux-Saints, el Neandertal se caracterizó como una criatura subhumana y simiesca. Al privar al Neandertal de la condición humana, se dejó el camino expedito para el Cro-Magnon, como ancestro ideal de los europeos.

Mucho después, a partir de ese concepto de cromañón = hombre "moderno", y una vez superadas las clasificaciones racistas del S. XIX, se terminará por proponer al Cro-Magnon como ancestro de los humanos modernos de todo el mundo. Esa propuesta estuvo relacionada con el modelo de "Fuera de África" y con los modelos de sustitución biológica/cultural para el inicio del Paleolítico superior en Europa.
  

Explicándolo de manera muy simple, la cosa iría más o menos así: Los primeros humanos modernos en llegar a Europa fueron los de Cro-Magnon, o cromañones. Representan a una población llegada de África, acompañada de una nueva tecnología y cultura material, que es el Auriñaciense. Esa cultura material incluye todas las novedades técnicas y estéticas que antes no se daban en Europa... que no se daban, porque quedaban fuera de las capacidades de humanos "arcaicos" como los Neandertales.

De esta forma, se identifica al tipo de Cro-Magnon con una especie humana, dotada de amplias capacidades mentales, una cultura material superior, y una gran fuerza expansiva. Según ese modelo, los "cromañones", de manera natural y por su intrínseca superioridad biológica, extinguieron al Hombre de Neandertal, al colonizar Europa.
 
Por desgracia, ese poderoso constructo de la investigación está básicamente hueco. Hoy sabemos que no tiene una buena base en la evidencia y que, como gran marco conceptual, no se sostiene.

Poniendo en su sitio a los cromañones

Ya desde 1872, Cartailhac cuestionaba que los esqueletos de Cro-Magnon fueran realmente Auriñacienses. Ese investigador razonaba, con bastante lógica, lo siguiente: dado que las fosas mortuorias estaban excavadas en los estratos Auriñacienses, lo lógico es suponer que los enterramientos fueron, como poco, algo más recientes que dicho Auriñaciense.  Es decir, que primero debió depositarse el nivel Auriñaciense, para que tenga sentido que excavasen en él, para enterrar a los muertos en algún momento posterior.

El tema, no obstante, quedó bastante olvidado hasta los años sesenta del S. XX, cuando se empieza a cuestionar de manera sistemática la antiguedad de los restos de Cro-Magnon. Finalmente, en 2002, Henry-Gambier demostró que los esqueletos de Cro-Magnon tenían una antiguedad máxima de 28.000 años, datando materiales que estaban directamente asociados a uno de los cráneos. Esa fecha sitúa a los fósiles humanos en momentos muy posteriores al inicio del Paleolítico superior (que tuvo lugar hacia 40-38.000 antes del presente), y los asocia al periodo Gravetiense antiguo.

De forma paralela, el desarrollo de la investigación paleoantropológica en Europa ha encontrado un hecho significativo: todos los restos humanos que muestran una estructura general "moderna" en el esqueleto craneal son más recientes de unos 35.000 años antes del presente. Es decir, son posteriores en 4 o 5 mil años a los inicios del Paleolítico superior europeo; y son también posteriores, en unos 3 o 4 mil años, al primer Auriñaciense.

Frente a estos hechos bien contrastados, nos encontramos que algunos autores siguen hablando de los "cromañones"  como los colonizadores de Europa, llegados con el Auriñaciense. Y, en algunos casos, el Auriñaciense se sigue identificando, erróneamente, con el inicio del Paleolítico superior. Esas afirmaciones no se corresponden con el registro, por que en toda Eurasia abundan culturas de Paleolítico superior anteriores al Auriñaciense (como hemos visto en este blog, aquí y aquí) .

En el estado actual de las investigaciones existen pocas certezas, pero trataré de ceñirme a las hipótesis mejor asentadas en las evidencias arqueológicas y paleoantropológicas: Existe un cierto consenso sobre el origen africano de las poblaciones que antes se llamaban "cromañones".

Esas poblaciones salieron de África en un momento relativamente reciente y colonizaron el viejo mundo en unas pocas decenas de miles de años. Pero su llegada a Europa, cuando aparecen en el registro fósil, ha resultado ser bastante reciente. Esa llegada es muy posterior a las evidencias que se están encontrando en el sureste de Asia y en Australia, donde parece que los humanos modernos están presentes desde hace más de 50.000 años.

Por último, parece claro que la idea de una revolución cognitiva, basada en las novedades técnicas y estéticas del Paleolítico superior, no puede asociarse a un re-emplazamiento de Neandertales por esas poblaciones modernas, ya que el inicio del Paleolítico superior, es sistemáticamente anterior a la presencia de fósiles humanos "cromañones".

Entonces ¿por qué decimos no a los cromañones?

Comenzaba este post afirmando que debemos prescindir del uso del término "Cro-Magnon", en el debate científico, y pienso que la lectura del mismo deja claras mis razones para hacer esa propuesta. No obstante, a continuación pongo un breve esquema de dichos argumentos:
  1. Es un termino arraigado en la antropología racista del siglo XIX que conlleva una serie de prejuicios sobre las capacidades relativas de las poblaciones humanas.
  2. El avance de las investigaciones ha demostrado que los fósiles tipo, utilizados para describir a la población "cromañón" no se corresponden ni con la antiguedad ni con la cultura material con la que se asociaron en un principio.
  3. El armazon conceptual (y modelo de explicación de cambio histórico) en el que se situaba a los cromañones es un muerto en vida, sólo sostenido por las insoslayables inercias académicas, que a menudo retrasan la renovación del conocimiento basado en evidencias.
Alternativas al Cro-Magnon

Sé que no existen alternativas simplistas al término cromañón, que satisfagan a todos, pero yo abogo por utilizar el binomio "hombre modernos" vs. "neandertales", entrecomillados según sea necesario en el contexto, para hablar en general -en textos divulgativos- de los procesos demográficos a gran escala que tuvieron lugar en el Pleistoceno superior.

Y, si se quiere ser más preciso, desde una perspectiva paleoantropológica, creo que es apropiado hablar de "humanos anatómicamente modernos", abreviado "HAM".

Además, para los que acepten que somos una especie diferente del Neandertal, no debe existir ningún problema en usar el término taxomónico de Homo sapiens para referirse a los susodichos "cromañones".

Referencias

Broca, P. (1868): "Sur les crânes et les ossements des Eyzies", Bulletins de la Société d’Anthropologie de Paris 3 : 350-392.

Broca, P. (1868): "Description sommaire des restes humains découverts dans les grottes de Cro-Magnon près de Les Eyzies", Annales de Sciences naturelles, Zoologie et Paléontologie 10 : 145-155.

Cartailhac, E. (1872): "Note sur la grotte sépulcrale d’Aurignac", Matériaux pour l’Histoire primitive et naturelle de l’homme 3 : 207-214.

Lartet , E. (1868): "Remarques sur la faune de Cro-Magnon, d’après les débris osseux découverts soit dans la sépulture humaine, soit dans les restes de foyers placés à proximité", Annales des Sciences naturelles, Zoologie et Paléontologie 10 : 156-160.

Henry-Gambier, D. (2002). "Les fossiles de Cro-Magnon (Les Eyzies-de-Tayac, Dordogne). Nouvelles données sur leur position chronologique et leur attribution culturelle" Bulletins et mémoires de la Société d’Anthropologie de Paris, 14 (1-2), 89-112