En el tercero de los ensayos, Robert Sussman propone una manera alternativa de plantear la misma cuestión, y nos pregunta:
¿Por qué no somos chimpancés?
Desde su punto de vista, para comprender qué nos hace humanos, la clave está en compararnos con los distintos primates con los que estamos más emparentados, como los chimpancés y los gorilas. La comparación permite descubrir en primer lugar unas diferencias muy obvias, como las relacionadas con el modo de locomoción, el medio en el que pasa más tiempo cada especie (arbóreo o terrestre), etcétera.
Otras comparaciones son más complicadas de llevar a cabo, como son las relacionadas con el comportamiento y con el cerebro. Sabemos que nuestro repertorio de comportamientos difiere, obviamente, del repertorio de los chimpancés y los gorilas, al igual que nuestros cerebros son distintos. Y, por cierto, sabemos también que hay diferencias notables entre unos y otros parientes: Ni los cerebros de chimpancés y gorilas, ni su comportamiento, son iguales.
Pero notar que existen unas diferencias no equivale a saber explicarlas, ni supone que entendemos como la organización de nuestros cerebros determina esos repertorios de conductas posibles. Tampoco sirve para abarcar la totipotencialidad de los comportamientos de cada especie, es decir el abanico completo de comportamientos posibles. En estos ámbitos es, por tanto, donde la investigación sobre el ser humano y sus parientes primates tiene campos más fértiles de trabajo.
"Planet of the Apes", 1968, el clásico de CI-FI protagonizado por Charlton Heston, se convierte en nuestra referencia a la imaginería "geek", como una costumbre que empieza a ser obligada en esta serie de notas. Además, es curioso que el personaje del Dr. Cornelius fuera arqueólogo.
En cuanto a lo que sabemos hoy, R. Sussman sugiere que, cuando se comparan las totipotencialidades de humanos y sus parientes más próximos, tres rasgos aparecen como propiamente humanos:
- El comportamiento simbólico, enunciado por el autor como la habilidad para crear mundos mentales y alternativos, para ponderar sobre el pasado y el futuro, y para imaginar cosas que no existen.
- El lenguaje, la capacidad única que nos permite comunicarnos, no sólo en contextos próximos e inmediatos, sino también sobre cosas del pasado, el futuro, o que están alejadas en el espacio y fuera de la vista, o que son directamente imaginadas.
- La cultura, definida por el autor como la habilidad de las poblaciones humanas de crear sus propios mundos simbólicos compartidos y transmitirlos entre las generaciones.
Sobre estas cuestiones, se pueden decir un par de cosas, a modo de comentario o matiz crítico, aunque debo comentar en primer lugar que, en lineas generales, estoy bastante de acuerdo con la propuesta de R. Sussman.
Los comentarios o matices vendrían, por un lado, del hecho de que los tres puntos parecen tres caras o puntos de vista sobre el mismo concepto, que sería algo así como la capacidad de generar y comunicar conceptos abstractos. Esa capacidad, de hecho, va ligada de manera necesaria a la existencia del lenguaje humano, ya que -desde mi punto de vista- es necesaria su existencia para poder comunicar, pero también para poder producir esos conceptos.
Y, por otro lado, está la cuestión de reducir el concepto de "lenguaje" a esa capacidad típicamente humana, cuando muchos animales también tienen otros tipos de lenguajes, diferentes al nuestro.
¿Y los Neandertales?
Si llevamos esta cuestión a los Neandertales, hay muchísimos aspectos que podríamos comentar, por lo que es preferible centrarse en algún tema especifico. Dado que la cuestión del lenguaje, privilegiada por Sussman como respuesta, ya la hemos tocado en el anterior post de la serie, y le hemos dedicado largas discusiones en este blog, quizás es preferible encontrar otro enfoque.
Por ello he decidido darle a esta segunda parte del post un punto de vista distinto, más en la línea de lo genético-evolutivo: Ante la pregunta de por qué no somos chimpancés, cabe añadir:
¿Por qué los Neandertales no son chimpancés?
Se puede responder a esta cuestión poniendo en perspectiva la distancia genética y evolutiva que hay entre nuestros parientes primates más próximos (como los chimpancés), y las poblaciones neandertales, y comparando todo ello con la posición relativa de los "humanos anatómicamente modernos".
En ese sentido, la respuesta rápida es que los Neandertales no son chimpancés porque sus antepasados ancestrales, que eran los mismos que los nuestros, se separaron de los antepasados de los chimpancés hace muchos millones de años. Esos millones de años, según los últimos estudios paleogenéticos, son como mínimo 7 u 8, pero probablemente más de 10 (Scally y Durbin 2012; Langergraber et al. 2012).
Frente a eso, nuestra separación respecto a las poblaciones neandertales comenzó (según esos mismos estudios) entre hace 600.000 y 400.000 años, aunque probablemente hubo después una etapa larga de intercambio genético entre ambas poblaciones, continuado al principio y ocasional después... incluyendo un flujo genético neandertal reciente, datado entre h. 100.000 y 50.000 años (Green et al. 2010).
Extracto de una de las figuras del artículo de Scally y Durbin (2012) que ilustra (b) la divergencia gradual de poblaciones/especies y los eventos de intercambio genético.
Obviamente, esto tampoco significa que hace entre 600.000 y 400.000 años los Neandertales dejaran de evolucionar, y se quedaran "más cerca" de los chimpancés que nosotros. Sólo significa que las poblaciones de humanos neandertales y de los "humanos anatómicamente modernos", en ese punto, se fueron distanciando genéticamente. Y esas poblaciones se vieron, con toda probabilidad, sometidas a presiones adaptativas que fueron, al menos, ligeramente distintas, y que se unieron a la deriva genética. Esto se deduce del hecho de que, aunque compartimos tendencias evolutivas similares (hacia una mayor capacidad cognitiva y simbólica, aumento de la capacidad craneal, avance de la longevidad, etc), también hay diferencias significativas, tanto en la morfología física, como en algunos segmentos del ADN que están muy sujetos a selección natural (Green et al. 2010).
Pero, volviendo a la cuestión de la humanidad neandertal y en qué punto podemos situarla: para poner los datos en perspectiva se puede usar la separación más antigua que conocemos entre poblaciones vivas actuales (que ha sido documentada a partir de la genética): Esta separación es la existente entre los grupos Yoruba y Khoe-San. Según las mismas estimaciones usadas para la separación Neandertal-Moderno (Scally y Durbin 2012), dicha divergencia se produjo hace unos 250.000 o 300.000 años. Como puede verse, este dato no está, al menos en términos generales, demasiado alejado de la separación propuesta para las poblaciones neandertales y modernas.
En el siguiente post de esta serie continuaremos la revisión de las respuestas dadas a la pregunta de ¿Qué nos hace humanos?, en concreto la aportación de R. M. Seyfarth y D. L. Cheney.
Sigue leyendo esta serie de posts.
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Bibliografía
Green, R. E., Krause, J., Briggs, A. W., Maricic, T., Stenzel, U., Kircher, M., Patterson, N. Li, H., Zhai, W., Hsi-Yang Fritz, M., F. Hansen, N., Y. Durand, E., Malaspinas, A-S., Jensen, J. D., Marques-Bonet, T., Alkan, C., Prüfer, K., Meyer, M., A. Burbano, H., M. Good, J., Schultz, R., Aximu-Petri, A., Butthof, A., Höber, B., Höffner, B., Siegemund, M., Weihmann, A., Nusbaum, C., Lander, E. S., Russ, C., Novod, N., Affourtit, J., Egholm, M., Verna, C., Rudan, P., Brajkovic, D., Kucan, Z., Gusic, I., Doronichev, V. B., Golovanova, L. V., Lalueza-Fox, C., de la Rasilla, M., Fortea, J., Rosas, A., Schmitz, R. W., Johnson, P. L. F., Eichler, E. E., Falush, D. Birney, E., Mullikin, J. C., Slatkin, M., Nielsen, R. Kelso, J., Lachmann, M., Reich, D. y Pääbo, S. (2010): "A Draft Sequence of the Neandertal Genome". Science 328 (5979), 710.
Langergraber, K. E,, Prüfer, K., Rowney, C., Boesch, C., Crockford, C., Fawcett, K., Inoue, E., Inoue-Muruyama, M., Mitani, J. C., Muller, M. N., Robbins, M. M., Schubert, G., Stoinski, T. S., Viola, B., Watts, D., Wittig, R. M., Wrangham, R. W., Zuberbühler, K., Pääbo, S., y Vigilant, L. (2012): "Generation times in wild chimpanzees and gorillas suggest earlier divergence times in great ape and human evolution". PNAS 109 (39), 15716-15721.
Scally, A. y Durbin, R. (2012): "Revising the human mutation rate: implications for understanding human evolution", Nature Reviews Genetics 13, 745–753.
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