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Declaración de intenciones (y alerta de post ultra-largo)
Esa discusión quedó interrumpida por los problemas de Blogger. O, al menos, a mí se me quedaron muchas cosas en el tintero. Sobre todo, me hubiera gustado explicar mejor mis puntos de vista, y dar una visión general sobre la llamada “transición del Paleolítico medio al superior”. Y también sobre las “culturas arqueológicas” del Paleolítico (con una nota particular sobre el Auriñaciense, que había surgido en la discusión) y sobre el estudio de la desaparición de los Neandertales.
Como no hay mal que por bien no venga, en el interludio de caída de los servicios de publicación de Blogger, he podido reflexionar sobre estas cuestiones y ordenar mis ideas. Y eso me ha hecho ver que la cuestión bien podría evolucionar a un post en este blog. Por eso, aunque hemos discutido muchas veces sobre la “transición”, el Auriñaciense y la desaparición de los Neandertales…. ¡A por otra más!
Volveré a explicar mis ideas en esta nota, e intentaré contarlo lo mejor posible, sin que eso haga el post (mucho) más largo que un listín telefónico.
La munición y sus números de serie
Para argumentar y explicar sobre estas cuestiones seguiré (sobre todo) los últimos desarrollos metodológicos y empíricos de J. Riel-Salvatore (en cuanto a cómo aplicar las ideas a la práctica), L. G. Straus (más en términos de síntesis), G. A. Clark (este último en cuestiones de paradigmas y grandes modelos) y, en menor medida, a F. d’Errico (un autor me parece mejor en el análisis de lo coyuntural que de lo estructural).
Empezando: la “transición" ¿Pero eso qué es?
Primero, la cuestión de la “transición Paleolítico medio a Paleolítico superior”. Creo que la disolución de esa “amalgama”, a partir de dos principios básicos, permite entenderla mucho mejor, y ajustar el campo de estudio a las evidencias arqueológicas, de forma veraz. Esos dos principios son:
1 - Comprender que se trata en realidad de dos problemas, que son (semi) sincrónicos, pero que no están unidos de forma indivisible.
2 – Entender que lo que puede estudiar la arqueología es el continuo de adaptaciones o desarrollos históricos de las sociedades humanas. Para esta problemática, los cazadores-recolectores del Pleistoceno superior.
En cuanto al punto 1, los dos problemas que cito son estos:
- La desaparición de las poblaciones neandertales
- La llamada transición PM-PS en base a las culturas arqueológicas.
Se han presentado demasiado a menudo como un mismo problema, pero de hecho no lo son.
La desaparición de las poblaciones neandertales es una cuestión biológica y taxonómica, que se intenta resolver a partir de unas pocas decenas de fósiles, siendo la mayor parte de ellos de un extremo de la cuestión (i. e. Neandertales). Esa evidencia es mínima, sobre todo en comparación con la amplitud cronológica (OIS3 grosso modo) y geografía (Europa y Asia occidental) que se quiere abordar.
Para ese enorme lapso geo-cronológico las evidencias son ridículamente escasas si se consideran en términos históricos. Pero aún así se intenta “historiar” (construir una historia) del “proceso” como quien estudia las crónicas de las invasiones mongolas del S. XIII (de las que hay miles de referencias, año a año, incluso con precisión de mes y día). Eso convierte el resultado, en mi opinión, en un simple ejercicio de ficción.
Por otra parte, hay que considerar los cambios en las culturas materiales que se producen en el OIS 3, en Europa y Asia occidental. Con estas evidencias, mucho más abundantes y algo mejor encuadradas en términos cronológicos, hay otro problema:
Incluso los más “descarados” autores que consideran “resuelta” la desaparición de los Neandertales son capaces de ver lo ridículamente exiguo de su registro antropológico (sobre todo en lo referente a los HAM).
Y justo por eso durante décadas se aplicó un “triple proceso” que ha falseado la investigación arqueológica de las sociedades humanas. Ese “triple proceso” es el siguiente:
A - Por una parte se continuó con las inercias tipologicistas. Estas inercias describían de manera inapropiada los conjuntos instrumentales, e introdujeron grandes sesgos y errores en el conocimiento (y posibilidad de reconocimiento) de las culturas del pasado. Esos sesgos y errores, como no podía ser de otra manera, pasaron a las inferencias que se hicieron sobre sus relaciones filogenéticas y su desarrollo histórico.
B- Por otra parte se identificaron (de manera simplista) esas dudosas culturas arqueológicas con uno u otro tipo humano, definidos a partir de una taxonomía basada en la diferenciación de especies: Neandertal o Sapiens.
C- Y por último, abanderando el “mito del progreso humano”, se agruparon de manera arbitraria (sin apenas base en la evidencia) en un lado de la cuestión todos los elementos considerados “simples”, poco evolucionados. Y en el otro lado, todos los avances, invenciones, desarrollos y cambios (aunque fueran miles o decenas de miles de años más recientes en realidad).
Continuando: Para qué sirve (en este caso) la arqueología. Y para qué no.
La reflexión sobre este último proceso (C) nos lleva al punto 2.
Como decía, lo que puede estudiar la arqueología es el continuo de adaptaciones o cambios históricos de las sociedades humanas. En este caso, de los cazadores-recolectores del Pleistoceno.
El problema viene porque esta cuestión sustancial ha sido “ahogada” por lo que explicaba arriba: Las inercias tipologicistas y la identificación de culturas y taxonomías humanas, puesta al servicio de una paleoantropología con un grave déficit de evidencias materiales.
Si queremos avanzar, la arqueología debe ser recuperada (como defienden Straus y otros) y “sacudida” de tópicos, falsedades, lugares comunes, simplificaciones arbitrarias y demás “lastres”, para que vuelva a tener algo de sentido construir modelos que traten de explicar el pasado de las sociedades humanas.
Para ello, es del todo necesario abordar dos problemáticas adicionales, que están intrínsecamente unidas al estudio de los cambios en la “transición”.
Trabajo pendiente I: Contar la historia del Neandertal.
La primera de esas problemáticas ha sido obviada del todo hasta el momento. Me refiero al desarrollo histórico de las sociedades del llamado Musteriense final o final del Paleolítico medio.
Frente a la idea tópica y desinformada de que estas sociedades no cambian, de hecho si que lo hacen, y esos cambios se reflejan de manera clara en el registro. Son cambios amplios, complejos, y que afectan a toda la evidencia. Muy probablemente, reflejan cambios sustanciales en toda la estructura económica y social. Se trata de cambios, además, que sólo ahora estamos empezando a comprender.
En ese sentido se podría decir (usando un símil) que estudiamos un “iceberg”, y que estamos en la subidos en la parte emergida del mismo. Estamos documentando lo que asoma del agua, y planeando cómo haremos para bucear, y ver el resto del “iceberg” (la mayor parte). Pero (y es un “pero” importante) con el problema añadido de que –por desgracia- muchos investigadores siguen empeñados en buscar el “iceberg” en las aguas del trópico, y no sirven de mucha ayuda.
De los investigadores y trabajos que, en mi opinión, sí han encontrado el "iceberg" (i. e. el problema histórico y el modo de abordarlo), me gustaría destacar algunos ejemplos concretos:
Además de los que cito al comienzo del post (sobre todo, J. Riel-Salvatore), valoro especialmente el trabajo de J. E. González Urquijo y J. Ríos Garaizar en el País Vasco, en torno al final del Musteriense (ambos) y de la llamada "transición" (particularmente, Ríos Garaizar). También me parece que M. Soressi ha dado en el clavo con algunos de sus trabajos sobre el llamado Musteriense de Tradición Achelense de la Dordoña. Y por otro lado, muy recientemente he podido conocer un poco del trabajo de S. Grimaldi, en la costa tirrena de Italia central, que me ha parecido realmente bien encaminado.
Por último, merecen una mención especial los arqueozoólogos que estudian el Musteriense francés (estoy pensando en gente como M. Patou-Mathis, S. Costamagno, A. Delagnes o W. Rendu), que están aportando, además de propuestas concretas, herramientas metodológicas, empíricas y de modelización. Esas herramientas son básicas para entender mejor los modos vida de los Neandertales, y van a permitir conocer mucho más del desarrollo histórico de esas sociedades.
Hay muchos otros investigadores que tienen (a parte de una demostrada capacidad investigadora) la actitud y el rigor científico adecuados, pero que quizás podrían hacer una apuesta más decisiva: lanzarse realmente a estudiar la historia de los Neandertales, a entenderlos de forma plena como sociedades humanas, con su complejidad, sus estructuras (económica, social, ideológica) y sus cambios a lo largo del tiempo.
Trabajo pendiente II: Hacer arqueología del OIS 2 (¡y del OIS 3!)
La segunda de las problemáticas que hay que abordar es el desarrollo histórico de las sociedades después del OIS 3, sobre lo que casi no hay tampoco interés o programas de investigación serios (i.e., que se pregunten sobre cambios históricos en términos económicos, sociales e ideológicos). Es cierto que hay “un poco más” de trabajo hecho para la evolución de los distintos Auriñacienses (post-32k BP), el paso al Gravetiense, o el desarrollo histórico en el seno de este horizonte cultural… pero aún así también queda muchísimo trabajo por hacer.
De hecho, si volvemos el foco de atención sobre el OIS3, lo cierto es que pocas veces se plantean, para la franja cronológica que concentra la atención, ese tipo de preguntas básicas.
Demasiadas veces se pasa por alto tratar de entender la economía y la sociedad de las sociedades paleolíticas que realizaron esos “bonitos conjuntos tecno-tipológicos”, y se abordan sólo generalidades y obviedades. Eso lleva a prácticas habituales, pero que no tienen ninguna base, como intentar deducir qué “conjunto lítico” viene de cual, sin entender realmente lo que son esas industrias líticas.
Ese tipo de aproximaciones simplistas no llevarán a ningún lado, en términos de comprensión y explicación real de las sociedades humanas del Pleistoceno.
Entonces ¿con qué nos quedamos?
Puedo comprender que se piense, al leer mis críticas, en que debería dar un “modelo” alternativo a las grandes explicaciones de “la transición”. Pero también sé que hacerlo sería hipócrita y absurdo: ¿Cómo podría proponer un “modelo” como los que ya hay, una propuesta construida con “ladrillos” que sé de buena fe que son vagos, imprecisos, o directamente falsos?
No acepto que, en esas circunstancias, se pueda construir conocimiento científico, y prefiero trabajar en (A) construir una propuesta desde la base, por mucho que cueste, y (B) tratar de cambiar las inercias, los tópicos y los problemas de la disciplina.
Mi propuesta y mi modelo, si se quiere ver así, irían en el sentido que he esbozado:
1. Se debe partir de la necesidad de asumir los hechos:
- La “transición” es un constructo de inercias generadas por investigadores encandilados del mito del progreso, y también de científicos que trataban de dar una respuesta en términos históricos del tiempo breve a un problema biológico y taxonómico (desaparición de un determinado tipo humano), para el cual la evidencia material es extremadamente escasa.
- La incursión de lo paleoantropológico en el registro arqueológico ha sido en este caso torpe, desenfocada y contraproducente. El seguidismo que hemos demostrado los arqueólogos a esos errores manifiestos es inaceptable, y vergonzoso para nosotros.
2. En términos de investigación arqueológica, sea funcional-adaptativa, antropológico-cultural, o histórica sensu Laplace o Bordes (son “historias” diferentes, por supuesto) no hay una fórmula mágica, pero se pueden apuntar algunas directrices:
- Hay que devolver el interés al desarrollo histórico de estas sociedades, a sus cambios diacrónicos y sus semejanzas y diferencias sincrónicas, de una manera integrada, holística y dinámica/interactiva (siendo cada uno de estos términos significativo, no meras etiquetas de “autobombo”).
-Dado que se puede estudiar la variabilidad diacrónica y sincrónica del registro arqueológico, es también posible llegar a entender determinados aspectos (seguramente, no todos) de la variabilidad sincrónica y diacrónica de las sociedades humanas. Es decir, de sus estructuras económicas, sociales e ideológicas.
- Hasta donde hemos llegado (muy poco aún), al estudiar a todas esas sociedades, la evidencia apunta que la respuesta a los grandes interrogantes no vendrá de “súper-modelos” basados en generalizaciones utópicas, sino de la comprensión de los desarrollos históricos que se pueden detectar y analizar a partir del registro material. Estos desarrollos deben ser entendidos de forma global, pero sólo tiene sentido hacerlo a partir de la comprensión e integración de las diferentes escalas: local, regional, supra-regional y continental.
Una anécdota para terminar:
Termino esta largísima diatriba con un caso concreto, que me permite volver al tema del Auriñaciense.
Hace poco he mantenido un interesante intercambio con un investigador (y autor del blog Aggsbach Paleolithic Blog) sobre el Auriñaciense y sus “primos” putativos. Este investigador publicó lo que definió como una “nota informal” en su blog, con algunas reflexiones y esbozos sobre la llamada “transición”.
Entre muchas otras cuestiones, mencionaba una serie de supuestos conjuntos Protoauriñacienses, en lugares de España donde no los hay, ni nunca se ha dicho que los hubiera, por parte de los investigadores que han trabajado en esos yacimientos.
Le hice notar este hecho, y me respondió con rapidez: Estaba interesado, pero me rogaba que le enviase bibliografía y material figurado sobre el tema, para (lógicamente) juzgar si lo que yo decía era correcto.
Tras enviarle -a lo largo de varios días- una “pequeña montaña” de escaneos y PDFs, me envió un nuevo mensaje: en efecto, le parecía que yo tenía bastante razón. También modificó el post original, y añadió un comentario, que creo es muy revelador:
I have learned a lot, especially that ZILHÃO lumps different entities in Iberia by giving them the name of Protoaurignacian together.
Parecería por tanto, que se trató de una “cagada” (con perdón) de Zilhao. Pero no carguemos aún contra Joao: Lo que sucede es que ese tipo de generalizaciones, saturadas de errores, no son (por desgracia) algo puntual.
Esos “cul-de-sac” tecnotipológicos son “lo normal” en una buena parte de la disciplina. Es el “ladrillo tipo” con el que se construyen los “súper-modelos” (en lugar de utilizar la evidencia arqueológica analizada, sintetizada, y comparada en las diferentes escalas).
Y por todo esto digo a veces (medio en serio, medio en broma) que cuando leo los “súper-modelos” los considero más una especie de entretenidos relatos pulp (a la Burroughs o Wells, con sus cavernícolas y sus hombres-mono), que ciencia escrita. Y, por eso, no le veo el sentido a proponer más modelos con los mismos “ladrillos”.
Simplemente, no podría tomarme en serio a mi mismo si lo hiciera... ¡Claro que podría liarme la manta a la cabeza y contar el cuento de Ander el Neander y Damien el Sapien! Pero no sería nada más que eso: otro cuento más.
Otros posts recomendados:
Si has llegado hasta aquí y aún te quedan fuerzas para leer algo más, quizás encuentres interesante alguna de estas entradas sobre el mismo tema:
Bibliografía
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